Desfigurando al policía

Pensaba una y otra vez en este artículo mientras leía las novelas de dos policías, que no son por cierto los únicos que las escriben hoy entre nosotros. Las hay firmadas por miembros o exmiembros de los Mossos d'Esquadra, como es el caso de estos dos novelistas, pero también por agentes de Cuerpo Nacional de Policía, la Guardia Civil o la Ertzaintza. Y se me ocurrió que tal vez era pertinente recomendar su lectura a quien se ve impelido a la aprensión policial sobre tan exigua base empírica.

La primera de estas novelas es la última de Víctor del Árbol, 'Nadie en esta tierra', y como todas las del autor es recomendable, entre otros motivos, por el conocimiento que demuestra del dolor que causa el crimen a quien lo padece, con frecuencia personas especialmente indefensas, y de la crueldad de que a menudo son capaces las personas singularmente insensibles al sufrimiento ajeno que recurren al expediente criminal para resolver sus problemas o dar salida a sus impulsos. Quizá desde este ángulo, y a partir de la piedad con que se acerca al asunto el novelista, que fue policía, cabría aquilatar algo más ciertas apreciaciones.

La segunda novela, todavía no publicada, y que he tenido el privilegio de leer en primicia, es 'Dragones de papel', del mosso aún en activo Rafa Melero Rojo. Si la lee, Santiago Alba podrá tener un mejor conocimiento de quiénes y cómo son los policías hoy y aquí. La novela contiene un relato ejemplar de lo que es una investigación criminal, de sus delicados engranajes en un Estado de derecho, y de la inteligencia y la humanidad que exige a quienes las desarrollan entre nosotros. También le ayudará a aventar algún prejuicio: uno de los investigadores es una mujer trans, como las hay ya en todos nuestros cuerpos policiales.

Sin perjuicio de conductas desviadas y aun delictivas, como se registran en cualquier colectivo humano numeroso, tenemos la Policía que nunca hemos tenido antes, la que aún no tienen democracias más antiguas que la nuestra. Es injusto no verlo.