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A esta fiesta no estuve invitada, pero debió de estar bien. Juanma Mendoza
Las lecciones que nadie me enseñó en esta fiesta loca

Las lecciones que nadie me enseñó en esta fiesta loca

Estaban todos allí: la tía Paqui, el cuñado Pepe y el abuelo batallas. Son la base sobre la que organizaremos el próximo encuentro

Ingrid Ortiz Viera

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 31 de octubre 2022, 00:00

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Llegué a esta fiesta, como toda mi generación, a las dos de la mañana. Aunque el ritmo de la música aún era frenético, los que habían empezado pronto ya estaban embriagados por el humo y el alcohol y cabeceaban sobre la máquina de escribir. El resto, que quería sostener una copa a medias hasta el amanecer, nos miraba de reojo desfilando aún frescos mientras se preguntaba por qué, de repente, habían dejado entrar a tanto piberío.

Estaban todos allí: la tía Paqui, el cuñado Pepe y el abuelo batallas que, por supuesto, fue el primero en hablar. Me cogió por banda con un discurso que era todo un clásico: «Antes se hacían mejores fiestas». La música era mejor, el gramaje, la luz, el VHS y hasta la ropa interior de algodón. Sabido es que cuando la gente mayor habla se debe escuchar, así que no me quedó otra que rellenar el vaso de tubo hasta el tope, preparada para una retahíla de historias que se iban repitiendo.

No faltan redactores que se empeñan en observar el devenir de los cambios aferrados a la nostalgia del pasado y se lamentan porque no hayas conocido esa época, como si el futuro no pudiera llegar a compararse en absoluto. ¿Querría el abuelo batallas decirme que ya se ha vivido lo mejor que se podría vivir? Estudiar la historia tiene sentido desde un punto de vista analítico, pero regodearse en ella sinceramente me parece un ejercicio de pura holgazanería mental.

Sonó entonces Quevedo y Rosalía, la señal inequívoca para que el buen hombre se fuera a la cama y pudiera ir en busca de mis amigas a cantar a gusto.

Sin embargo, de la nada apareció el cuñado Pepe con un vergonzoso contoneo y recién inyectado con el botox rejuvenecedor de sus cuentas en Tik Tok, Linkedin y su último curso SEO. Me aseguró tener las claves del éxito: el bitcoin, el clickbait y el 'salseo' de Aurah y Jesé, ya que «la juventud de hoy» ni lee ni tiene interés en nada importante. Unas afirmaciones que pronto me dejaron claro que él tampoco había hecho ningún esfuerzo real por comprender qué celebrábamos allí ni por qué había tanta gente invitada.

«Que sí mujer, que los números no mienten, que las tendencias en Google, que eso no es lo único que hacemos los periodistas pero sí…».

¿No crees, Pepe, que le estás echando a eso más ron que refresco? Sus ojos respondieron como si no comprendiera por qué no era precisamente yo la que le pedía que la cargara más. A fin de cuentas, ¿no es eso lo que queremos los millenials, más por menos y más rápido? El equilibrio nunca es fácil, y menos en un entorno con tantos estímulos, pero no se te puede olvidar medir para intentar encontrar ese punto entre la sobriedad y la inhibición.

A esas alturas, lo que yo estaba buscando era algún canapé que no me indigestase y vine a dar con la tía Paqui. Es de esas que siempre está a medio camino entre la pista de baile, el baño y la mesa de dulces. Habla siempre en adversativo: «lo hago, aunque», «si tú lo dices, yo no sé», «lo entiendo, pero»… Y, además, trae en cada celebración el mismo postre, que bueno está, pero es tan denso que cuesta acabarlo y, tras 40 años, ni sorprende.

Yo le digo que no es que no me guste su tarta, de hecho quiero la receta, pero para reinterpretarla en unos muffin muy «cuquis». Ella me la da, claro, aunque se le escape en un resoplido mudo que soy una malcriada solo por pensarlo.

A veces es un poco escéptica, y otras condescendiente. No tengo claro si piensa que tengo las respuestas a algo que ella no alcanza a ver o si está confirmando que voy a incendiar la cocina. La verdad es que no tengo ni idea de si saldrán bien, pero es mi forma de rendirle homenaje y perpetuar su legado. Lo que sí he intentado transmitirle es que necesito su ayuda. «Nadie aprende por ciencia infusa, Paqui».

¿No será eso, que no es que nadie se informe sino que aún no hemos aprendido a informar de la manera adecuada?

Me encaminé al baño dándole vueltas a todas estas reflexiones. De momento, tenía en la cabeza una lección de historia, un excel con un montón de números y una nueva perspectiva. Esa es la base con la que tendremos que organizar el encuentro en otros 40 años y, pese a todas las dudas, confío en que podremos. El abuelo, Paqui y Pepe estarán allí, claro, con otro nombre y otra forma. Al mirar el reloj, ya da las seis de la mañana y toca hacer la pregunta más importante: ¿Quién se viene al 'after'?

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