Lecciones de aquellas torres
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Todo este mundo en el que vivimos continúa bajo la huella de aquel atentado salvajePrimero vimos cómo un avión que parecía haber perdido el rumbo se estrellaba contra una de las Torres Gemelas; poco después, las cámaras de televisión registraban el impacto de otra aeronave en el edificio situado al lado del anterior. Más tarde, las dos torres, uno de los símbolos por entonces de Nueva York y de la opulencia de Estados Unidos, se desplomaban... Aquel 11 de septiembre, del que se cumplen hoy 20 años, cambió muchas cosas. Y los efectos continúan sintiéndose, como si fueran réplicas de un seísmo.
Y es que en realidad el 11-S fue un auténtico terremoto. Con epicentro en Nueva York, pero con sacudidas en los cinco continentes. Después nos dijeron que el origen estaba en Afganistán, y de aquellos polvos vienen los lodos actuales.
Cambió entonces la seguridad aérea, creció la desconfianza entre naciones, se abrió un abismo entre Occidente y Oriente, entre musulmanes y el resto, entre partidarios de la mano dura y los que creían en la convivencia entre culturas y credos religiosos... Tras el 11-S llegó Guantánamo, llegaron las ocupaciones de naciones sin hacer caso a la legalidad internacional ni a Naciones Unidas, se extendió la vigilancia indiscriminada, nos encontramos con el espionaje a gran escala, el uso de las nuevas tecnologías por unos terroristas que creíamos que vivían en la Edad Media...
Todo este mundo en el que vivimos continúa bajo la huella de aquel atentado salvaje. De hecho, la precipitada salida de Estados Unidos de Afganistán ha servido para realzar todavía más este veinte aniversario y para, de paso, preguntarnos qué necesidad había de la invasión de Afganistán. Qué necesidad, quiero decir, desde el punto de vista de la defensa de las libertades y la seguridad, pues eso es lo que nos dijeron. Ahora ya sabemos, contado por un presidente demócrata que tuvo a uno de sus hijos combatiendo en esas contiendas contra el terrorismo, que lo de Afganistán no fue otra cosa que un ejercicio de justicia al estilo del Lejano Oeste: el resto fue un artificio propagandístico para hacer presentable la intervención y para obligar a los países aliados.
Quizás la gran lección del 11-S haya sido que nadie es más fuerte que el otro, que no hay torre, por mucho que roce el cielo, que no pueda desplomarse, y que no hay imperio, por muy plenipotenciario que parezca, que no tenga techos de cristal. El mal, el que dio origen al atentado, es parte la naturaleza humana. Y combatirlo con el mismo mal no parece que dé resultados prácticos.
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