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Los diputados de las mal llamadas islas menores que no son de CC realizan, los que lo hacen, una labor heroica si cuestionan la vigencia hoy en día de la triple paridad. Algunos, incluso, se juegan su escaño pues saben que entre sus paisanos la idea de la reforma electoral no se ve igual que en Gran Canaria y Tenerife. Pero esa triple paridad que ha encorsetado, junto a otros elementos, la normativa electoral tuvo sentido en los primeros comicios de 1983 cuando el desarrollo socioeconómico de Canarias (como el del resto del país) nada tiene que ver con el actual. Hemos progresado y, prueba de ello, son los fondos comunitarios que han regado la economía isleña desde la incorporación de España al proyecto europeo. Insisto, entonces, al comienzo de la autonomía, era más que entendible. Entre otras cosas, porque las conexiones interinsulares eran mucho peores a las actuales. Pero el marco presente del Archipiélago obliga a atender más que nunca el factor poblacional. Corregir tanta desproporcionalidad por estar sometidos en el andamiaje electoral al factor territorial (la isla) de una forma desmesurada.

Tanto hemos cambiado que no se explica que Fuerteventura tenga menos diputados a repartir que La Palma a pesar de que ya la primera ha superado en población a la segunda. No tiene un pase. Como tampoco que cuando se producen cambios electorales que pueden ser debidos a la ola nacional política luego no tuvieran una repercusión isleña (pensemos en el caso del PSOE en 1983 y 2007) pues jamás se ha dado un Parlamento con mayoría absoluta.

Cuando hablamos del sistema electoral, es el poder. Y siempre habrá unos partidos que les interese menos que a otros la reforma. Sin duda, aquí es CC la que no querrá transformaciones más allá de la consabida rebaja de los umbrales electorales que poco le afectará. Lo importante está en la distribución de los escaños por cada circunscripción. Y CC sabe que dominando electoralmente Tenerife más el apoyo que reciba en las islas no capitalinas podrá asegurarse fácilmente que todo el juego político bascule sobre ellos. Sobre todo, cuando no se ha importado a las islas la posibilidad de un pacto entre socialistas y populares como sucedió en el País Vasco.

CC quiere que la comisión de estudio sobre la reforma electoral que se ha desplegado en la Cámara regional quede en un brindis al sol. De hecho, con frecuencia se utiliza la creación de estos mecanismos parlamentarios para darle hilo a la cometa. Aquí a poco que se ha profundizado en el tema y ha despertado una inquietud cívica al respecto, ha obligado a moverse a las diversas formaciones políticas. Aunque de ahí a aprobar una reforma (tarea pendiente y dictada por el legislador estatutario) hay un trecho. Ha sonado alguna propuesta y, de repente, CC ha puesto todo tipo de resistencias. No le interesa. Juegan a despistar. A que transcurra el paso de los meses y llegue la cita con las urnas en 2019 para que se celebren con las mismas normas. Y luego, otra vez, a poner el contador a cero.

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