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Todo político curtido sabe que las noches electorales en las islas, más cuando son cinco urnas, son largas y que más vale la cautela que ir vendiendo la piel del oso antes de cazarla. Aun así, la emoción a veces juega malas pasadas. En cuestión de minutos se puede pasar de la total euforia a la más amarga decepción, con lágrimas y caras hinchadas incluidas. De ser determinantes en muchas administraciones a quedarse en tierra nadie y con la sensación de haber perdido más de lo que se tenía. Un potaje de sensaciones que se asomaron durante el largo y tedioso recuento en el cuartel general de Unidos por Gran Canaria-Coalición Canaria. Sin dejar de mirar el portátil y refrescando a cada momento, la experimentada política Nardy Barrios no perdía detalle del recuento que comenzó poniéndole la miel en los labios, con hasta cinco actas de concejal, para caer estrepitosamente hasta las dos actas. Mientras, en la televisión, puesta a todo volumen, el secretario general de CC alardeaba de exitosos resultados anunciando que tomarían la iniciativa. Eran las 23.30 horas y el escrutinio, que no había superado el 60%, les daba 23 diputados. Tímidos aplausos y paseos por delante de la televisión, mientras el catering menguaba ante el avance de la noche. Una alegría que duró poco, como la de Barrios, y que tendría su culmen con los datos del Cabildo de Gran Canaria. La euforia contenida daba paso a la decepción y a los primeros cálculos de posibles alianzas al ver cómo la cosa se iba desinflando, en los tres frentes abiertos. Las sonrisas daban paso a caras largas y la tensión y la decepción se palpaban en el ambiente. Con una sensación amarga al ver cómo las apuestas por rescatar o aupar a pasadas glorias políticas no daban el resultado esperado. Una alianza que al final fue más que nada un lastre. Sobre las 02.00 horas el presidente del partido y candidato a la reelección, Fernando Clavijo, comparecía en Tenerife entre vítores y aplausos que no se repitieron en la sede grancanaria; ahí el ambiente derrotista se palpaba desde hacía tiempo. Al final no hubo ni piel ni oso que vender.
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