La hora del cambio en Venezuela
Canarias7 Editorial
Jueves, 1 de enero 1970
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El futuro de Venezuela lo deben decidir los venezolanos. Como en cualquier país soberano y democrático. Pero esa máxima se resquebraja cuando hay serias dudas sobre la limpieza de los procesos electorales ante la evidencia de que el Estado se ha puesto al servicio del gobernante y del partido que lo respalda.
Ese panorama de contradicciones es el que ha llevado al enfrentamiento al que asistimos en las últimas semanas, con un autoproclamado presidente interino -Juan Guaidó- que apela a la convocatoria de elecciones libres, y un presidente con poderes casi absolutos -Nicolás Maduro- que ha ido perdiendo apoyos dentro y fuera del país y que pretende suplir sus evidentes carencias con salidas de tono verbales y una puesta en escena que roza la caricatura.
Ante las dudas iniciales sobre la legitimidad de Guaidó para reclamar el poder, no hay más que mirar a la otra opción sobre la mesa: la continuidad de Maduro, con lo que eso significa de vulneración de derechos, empobrecimiento del país y un galopante aislamiento internacional. Además, Guaidó plantea una transición hacia un nuevo modelo de república, con las elecciones como piedra angular de la Venezuela del futuro.
El titubeo inicial del Gobierno español ante los acontecimientos de Venezuela dio paso a una posición compartida por la Unión Europea, instando a Maduro a convocar a los electores. En caso contrario, las cancillerías del Viejo Continente harán suya de manera inmediata la decisión que ya adoptó el Parlamento Europeo: el reconocimiento de Guaidó como presidente, un mandatorio cuyo principal reto será en todo caso abrir el camino a las urnas.
Canarias sigue con especial preocupación todo lo que sucede en aquel país. La Venezuela que en el siglo pasado acogió a miles de isleños y les regaló una nueva vida llena de oportunidades es ahora un país donde aquellos emigrantes de antaño precisan de las ayudas de las instituciones canarias y de los familiares que dejaron en el archipiélago. Acierta por ello el Gobierno canario al reclamar al Ejecutivo español que presione para acelerar el cambio en Venezuela.
Se le acaba, en suma, el tiempo a Nicolás Maduro. Su final pudo ser otro pero su empecinamiento en aferrarse a un poder omnímodo no ha facilitado otra solución.
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