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La dignidad de Pino Sosa

Por si le interesa. «Tenía y tiene todo el derecho a clamar venganza, pero no; su ejemplo contrasta con la actitud de generaciones posteriores, hijos incluso de la democracia, a los que sigue enfrentando aquella guerra». Gaumet Florido

Jueves, 1 de enero 1970

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No conocía a Pino Sosa. Mejor dicho, no la conocía personalmente, pero sí sabía quién era: un referente de la lucha por la justicia con las víctimas de la represión franquista en Gran Canaria. La suerte quiso que me tocara cubrir como periodista la presentación de la reanudación de la excavación del pozo del barranco de Tenoya, en Arucas, donde entonces se presumía que habían arrojado, y asesinado, a su padre hace 80 años. Y allí escuché su historia contada por ella misma, sin intermediarios. Me sobrecogió. Me sentí poca cosa ante aquella mujer de 80 años, los mismos que llevaba desaparecido su padre, al que no conoció. Lo arrancaron de su vida cuando Pino apenas tenía 40 días de nacida. Se llamaba José Sosa Déniz y era latonero. Se lo llevaron de su casa un grupo de falangistas a las 6 de la mañana del 19 de marzo de 1937. Nunca más supo de él.

Soy incapaz de describir la dignidad y la entereza con la que contaba su triste historia. Se sabía portavoz de muchas víctimas silenciadas durante décadas, que lloraron en la intimidad y a las que el miedo les reprimió la necesidad de gritar. Ella hablaba por ellas, y lo hacía sin odio ni rencor, consciente de su derecho a reclamar justicia y a exigir que las instituciones públicas asuman la búsqueda de sus familiares. Tenía y tiene todo el derecho a clamar venganza, pero no, Pino hablaba serena, con la cabeza alta y la mirada firme.

Su ejemplo contrasta con la actitud de generaciones posteriores, hijos incluso de la democracia, a los que sigue enfrentando aquella guerra: entre los que incomprensiblemente continúan negando derechos a las víctimas (aún hay miles en cunetas) y los que destilan odio y venganza contra los descendientes de los represores. Hoy felicito a Pino. Porque al fin tiene a su padre. Estaba en el pozo. Pero también por su ejemplo. Ojalá alegrías así ayuden a conciliar voluntades.

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