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La caída del último mencey

La caída del último mencey

José L. Reina

Jueves, 16 de julio 2020, 10:54

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Ayer se consumó el drama. Coalición Canaria perdía su último gran bastión, el Cabildo de Tenerife. Su presidente, el llamado a ser el último mencey con vida, protagonizó su particular Cantata del mencey loco, que tan bien relataron Los Sabandeños con la narración de Francisco Rabal y se rindió ante el tsunami que ha arrasado con todo un partido en un abrir y cerrar de ojos. La pérdida de Tenerife parecía un secreto a voces, que se fue diluyendo hasta llegar a un pacto entre CC y PP que quedará para el recuerdo como una luna de miel con divorcio al segundo día.

Carlos Alonso cae, y con él cae una forma muy peculiar de hacer y entender la política. Amante del insularismo, del pleito, de la polémica, suscita tantos sentimientos que consigue, por una cosa o por otra, estar siempre en boca de todos. Se dio cuenta que era nacionalista después de viejo, cuando vio que por ahí tendría más futuro que en el PP, su partido de verdad.

Delfín -y tiburón- de Ricardo Melchior, con el que acabó sin hablarse, dicen que es un tipo brillante, bien formado, políglota, y guapísimo. No pongo en duda nada de esto, pero no ha conseguido calar en la sociedad chicharrera como lo consiguió su maestro, al que le sobraba carisma, pero al que le sobraron unos cuantos años. Esa manía de los políticos, de no saber retirarse a tiempo, cuánto daño les ha hecho a más de uno.

Alonso es un dirigente que cae mal. No tiene gracia, ni carisma, ni una naturalidad que disimule esa sonrisa forzada a petición de sus asesores. Autor de célebres frases como «Boooooommmm. Tenerife manda en Canarias», en referencia a la victoria de su equipo en un derbi, o de «a mí lo que me pide el cuerpo es romper el pacto», cuando gobernaba junto al PSOE, en un claro gesto de soberbia que ahora se le ha caído encima.

El mencey Alonso perdió la última batalla. Y lo hizo como lo haría un niño malcriado al que le acaban de quitar los dibujos de la tele. En este caso, Alonso, se acabaron los dibujos, y llegó la hora de dormir. Entre otras cosas, para que durante el sueño, recapacite sobre lo que ha hecho mal y lo que es mejorable. ¿Pasará a la historia del Cabildo de Tenerife como uno de sus grandes presidentes? Rotundamente no. Ningún proyecto destacable, muchas guerras más propias de una grada de fútbol que de una institución como la que preside, y muy poca humildad.

Estaba llamado a ser el hombre fuerte de CC, al ser el último superviviente. Ahora no dejará de ser ese tipo que nos vendieron como un tecnócrata que se manejaba como pez en el agua por Bruselas, y que resultó ser un incendiario niño mayor.

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