La Edad Crepuscular
Juan Manuel Chávez Rodríguez
Vicerrector de Extensión y Vida Universitaria en la Universidad del Atlántico Medio
Jueves, 21 de agosto 2025, 22:27
Así como la Edad Media quedó atrás con la Edad Moderna y la Edad Moderna con la Edad Contemporánea, la Edad Contemporánea también será un ... periodo del pasado; es probable que esto suceda muy pronto, y no es descabellado imaginar que el cambio está ocurriendo ahora.
Durante la Edad Media, el universo de cada persona se circunscribía a su lugar de origen y alguna curiosidad por atravesar una frontera no tan lejana, quizá yendo más allá de una cumbre o asomándose a un barranco; fueron siglos en que la cultura del libro estaba marcadamente dominada por una minoría, que concentraba este tipo de conocimiento para afianzar su poder y privilegios.
En 1492, se abrió paso la Edad Moderna con mucho más que tres carabelas desde Europa hasta América; ese año es solo uno de los tantos en que exploradores e invasores, cronistas y cartógrafos, proyectaron la fisonomía de nuestro planeta con sus relatos y sus mapas. La imprenta democratizaba los saberes y los seres humanos confraternizaban con unos y arrasaban a otros; incluso, los subyugaban.
El ocaso de la Edad Moderna corresponde con la época de las sublevaciones, en que los individuos se fueron levantando contra las monarquías por reformismo y por separatismo. En 1789, la Revolución francesa marcó el inicio de la Edad Contemporánea y la gente comenzó a tomar la perspectiva de los derechos para hablar de su dignidad y su libertad. El desarrollo industrial produjo el crecimiento de las ciudades, con sus enormes brechas sociales.
La Edad Contemporánea fue herida de muerte por las guerras mundiales y amplificó las miras de nuestra especie con las misiones al espacio exterior. La realidad comenzó a sentirse irreal durante los confinamientos por la pandemia y con la vida de lo virtual por el impulso digital.
Si lo del coronavirus impregnó a la población global de una sensación medieval y nuestra relación con las pantallas se ajusta a una narrativa futurista, es porque el presente es un límite histórico entre lo que fue y lo que será. Estamos cruzando el río del tiempo.
La máxima victoria del Edad Contemporánea fue la abolición de la esclavitud y la posibilidad de que todas las personas fueran tratadas como iguales (la Declaración Universal de 1948 es un hito con múltiples antecedentes y con resonancias que van de un siglo a otro); sin embargo, este logro colectivo es contradicho en la actualidad por las condiciones infrahumanas a las que están condenadas millones de personas y, a su vez, está amenazado por nacionalismos extremos que conculcan derechos al forastero pobre y sin papeles.
Nada es más elocuente del hoy que la marcada otredad con que nos miramos por sobre el hombro, con desconfianzas que se naturalizan, hambre de experiencias vertiginosas, uniformidad radicalizada e hipersensibilidad por un lado y una escalofriante superficialidad por otro, todo lo cual se acentúa por la dificultad que tenemos para distinguir lo verdadero de lo falso.
Discurrimos por algo nuevo que se siente como el epílogo de las viejas expectativas; el sabor de un yogur caducado. Por supuesto, tal como ayer y siempre, encontraremos de qué reinos; el último confín no sea una galaxia lejana, sino el humor para afrontar los días. Ya no es la Edad Media con su oscurantismo ni la Moderna con sus sometimientos ni la Contemporánea con sus conflictos, es la Edad Crepuscular.
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