En estas últimas horas del año, hace ya unos años, por esa esquina del Guiniguada, al final de la 'Calle Mayor', donde, entre las neblinas ... matutinas de la memoria, reverbera aún sobre la imagen del Puente de Palo -aunque la gente solía decir 'Puentepalo', de 'Palastro' o 'de López Botas', por el alcalde que mandó construirlo hacia 1861-, la del irremplazable 'Bar Polo', diseñado su edificio por el célebre arquitecto Laureano Arroyo, con cierto regusto modernista, y que se mantiene enhiesto y elegante hasta en el recuerdo, junto a la de los multicolores puestos de flores, la dulcería, la tabaquería 'El Deportivo', todo muy concurrido en los días navideños, asumiendo el gentío que visitaba el mercadillo instalado en la 'bajada de Lentini' -dedicada al pianista y compositor siciliano que se afincó en la capital grancanaria hacia 1815 y que tanto hizo por ella-, donde se vendía, por estas fechas, musgo, helechos, corchos, figuritas de todos los tamaños y muchos otros elementos necesarios para los nacimientos, públicos y privados, que tanto se prodigaban en la ciudad, y estampas como la del escritor y músico Víctor Doreste -autor de 'Faycan'-, el periodista Federico Sarmiento y el comerciante Antonio Izquierdo delante del establecimiento de tejidos de José El-Mir, quizá comentado alguna puesta en escena, o algún proyecto teatral, en el cercano 'Pérez Galdós', un viejo conocido, trianero de toda la vida, me decía como cada vez llegaba antes cada 'fin de año', tanto que casi no daba tiempo de asumir cuanto había ocurrido entre uno y otro.
Quizá esa percepción se deba a los cambios que, progresivamente, se han dado, cada vez con mayor celeridad, en los usos y costumbres con los que la ciudad celebra momentos señalados del año, como el de la llegada de un año nuevo. Las Palmas de Gran Canaria, que durante varios siglos mantuvo inalterables sus usos y costumbres, como podemos constatar en obras como 'Usos, costumbres y fiestas de Gran Canaria en el siglo XVIII' de Francisco Martínez de Fuentes, «'Usos y costumbres de la población campesina de Gran Canaria. 1885-1888' de Víctor Grau Bassas, o 'Recuerdos de un noventón' (1895) de Domingo José Navarro y Pastrana, comenzó a trastocar muchas de sus costumbres y tradiciones a finales de siglo XIX y comienzos del XX, tanto que se habla incluso de la 'construcción' de una imagen, quizá estereotipada en cierta medida, de su propia identidad insular. Y es que, como apuntan Eric Hobsbawm y Terence Ranger en su célebre obra 'La Invención de la Tradición' (1983), muchas de las tradiciones que pueden parecer o que pretendidamente son antiguas, en realidad se han forjado recientemente, a menudo como respuesta a una nueva situación o un tiempo de cambios sustantivos, e incluso de crisis que determinan el devenir.
Quizá fuera el aumento significativo de buques por el nuevo gran Puerto de La Luz, la presencia destacada y activa de colonias extranjeras como la británica, el inicio de un primer turismo, que llevó a González Días a publicar su célebre obra 'Cultura y Turismo' (1910), el que se recibieran y difundieran con mayor frecuencia y facilidad periódicos y revistas de Europa y América, pero lo cierto es que casi todo comenzaba a cambiar y a trastocar usos, gustos y actitudes de los insulares. Y ante ello, indudablemente, apareció, junto con las primeras sociedades culturales, recreativas y deportivas, la costumbre de celebrar con cenas, bailes y muy distintos festejos, el 'Año Nuevo', y se moldearon celebraciones que, pocas décadas después, ya eran muy características de esta capital atlántica y cosmopolita.
Si hasta ese momento los cronistas y los primeros periódicos insulares casi constreñían las celebraciones navideñas a la Nochebuena y el día de Navidad, algo de los 'Inocentes' y el Día de Reyes, aunque hablaran de la 'temporada navideña', a partir de las primeras décadas del siglo XX son habituales las reseñas periodísticas y las crónicas de animadas y fastuosas fiestas de Año Nuevo en las más diversas instituciones y en algunos de los nuevos hoteles, donde la sociedad grancanaria, y buena parte de la extrajera aquí residente, 'partía el año', mientras, a las doce en punto, las sirenas de los buques anclados en el puerto sonaban reiteradamente, y se extendía la tradición de lanzar 'voladores' y 'fuegos artificiales'. Unos usos sociales que pronto se extendieron al ámbito privado de muchas familias, que también comenzaron a organizar y celebrar esa noche en sus hogares, y en la medida de las posibilidades de cada una de ellas.
Un nuevo cambio de costumbres se dio, a partir de los años sesenta del siglo pasado, con la llegada del primer turismo de masas. La construcción de nuevos hoteles y edificios de apartamentos donde se organizaban festejos de fin de año para ellos, junto con espacios de restauración y de ocio muy novedosos, hizo que las celebraciones del 'Año Nuevo' fueran mudando su ubicación a estos ámbitos que se hacían muy atractivos por su novedad, en una sociedad ávida de nuevos aires. Ya entonces un espacio como el 'Pueblo Canario', que se debatía entre tradición y modernidad, ofrecía una atractiva y concurrida 'cena y baile de Fin de Año'. Y, a partir de aquí, las costumbres se pasaron a espacios públicos como el Paseo de Las Canteras, con decoración navideña y fuegos de 'Fin de Año', a la vez que la celebración multitudinaria de las 'doce campanadas' seguida de verbena o baile, que se instituyeron como hito de la celebración de una «Navidad cálida» en Las Palmas de Gran Canaria, aunque ahora las bocinas náuticas ya no resuenen con el fragor de antes.
Y en la actualidad la ciudad moldea y expande una nueva tradición, que puede ser identitaria de sus usos y costumbres de 'Fin de Año' en este siglo XXI, la de una 'Carrera de San Silvestre', en la tarde de cada 31 de diciembre. Una prueba deportiva con la que los atletas de muy diversos lugares del mundo han despedido el año, desde que en 1925 se celebrara la primera de ellas en Sao Paulo, Brasil, promovida por el periodista Cásper Líbero, del periódico 'A Gazeta', e inspirada en la que tenía lugar en París, cada noche de Año Nuevo, con cientos de participantes que portaban antorchas, y que ahora, como se palpa y trasciende desde Las Palmas de Gran Canaria, se instituye como una carrera popular que es un verdadero encuentro ciudadano, una celebración distinta, adecuada a los nuevos ritos y rituales contemporáneos, en la línea de lo que describe la profesora Martine Segalen en su libro 'Ritos y rituales contemporáneos' (2014), un encuentro deportivo, saludable y multitudinario en el que miles de grancanarios, y cada vez más personas que pasan aquí sus vacaciones estos días de 'Año Nuevo', trazan una imagen potente de la ciudad, que se asienta en un sugerente discurso entre tradición y vanguardia. Una carrera, hoy arropada y mimada por el Ayuntamiento capitalino y por otras instituciones públicas e importantes empresas, que nació espontáneamente de la iniciativa ciudadana hace veintidós años, cuando los miembros del Club Trican-Artiok decidieron hacer una carrera benéfica de Fin de Año por la Avenida Marítima, en la que participaron unos doscientos corredores.
Hoy trasciende fronteras ese lema, idea, concepto de 'Navidad cálida' en Las Palmas de Gran Canaria, instituido en verdadero referente de la isla y su capital para miles de personas que apuestan por 'partir el año' no sólo en estas latitudes, sino en el entorno de unas tradiciones y de unos usos que, desde el siglo XIX, han sabido adaptarse y crear una nueva y sólida imagen de una ciudad atlántica, de cultura cosmopolita y encrucijada entre continentes y civilizaciones, algo que conecta muy bien con lo que puede ser una noche y una celebración de 'Fin de Año', que no es otra cosa que una verdadera encrucijada vital entre el ser y sentir de cada persona y el mundo donde se las ve y se las desea cada día del año. Y Las Palmas de Gran Canaria ofrece un verdadero, grato y sereno respiro cada fin de año, cada tarde y noche de 'Año Nuevo'.
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