El Museo Elder, que celebró recientemente su 25 aniversario en medio de las sonoras y entusiastas velitas que fueron los aplausos de un público que ... abarrotaba la amplia estancia habilitada para la celebración, se ha instituido en estos años en uno de esos 'museos' por antonomasia con los que cuenta la ciudad. O sea, uno de esos lugares que contribuyen a identificar la capital grancanaria, y con ella la isla, ante propios y foráneos. No se entendería la Las Palmas de Gran Canaria de comienzos del siglo XXI sin este museo de ciencia y tecnología, que nace como una llamada de atención a lo que, a las puertas de un futuro muy distinto que convoca insistentemente -y la mayoría de las veces no le hacemos ni caso, pues estamos más entusiasmados con mirar hacia atrás- a los ámbitos y materias que deben centrar el interés, la vocación y el destino de las nuevas generaciones de isleños, de esas que transitarán las procelosas y exigentes aguas de este siglo XXI, que ya llevamos recorrido en una parte.
Y esta conmemoración museística tiene lugar en una ciudad en la que los museos nacieron precisamente en su casa grande, en los salones de unas Casas Consistoriales que, a finales del siglo XIX, no dudaron en destinar a ámbito museístico, durante casi cuarenta y cinco años, toda una buena parte de la tercera planta del espléndido edificio de la Plaza de Santa Ana, a la par que su Salón Dorado -como se denomina a la sala de plenos del Ayuntamiento-, se instituyó en espacio cultural de primer orden, con una habitual oferta de conferencias, presentaciones de libros, tertulias científicas e, incluso, reuniones de las juntas de gobiernos de entidades culturales, como es el caso de la Sociedad Científica El Museo Canario, que, un inolvidable 24 de mayo de 1880, inauguró aquel primer museo grancanario que, desde las Casas Consistoriales, abría la puertas de la isla a la modernidad, a través de una apuesta por la ciencia.
Ciento diecinueve años después un nuevo museo, con un nombre, Elder, heredero y representativo de aquellos años de búsqueda de progreso y avances en una población que, al abrigo de su nuevo gran puerto, se transformaba completamente, y aunado a esa tradición de mirar la ciencia, y ahora la tecnología, como parte fundamental de la actividad cultural e intelectual, abre sus puertas, y veinticinco años más tarde Gran Canaria puede valorar lo que ya es una aportación seria, efectiva y fecunda, sobre todo por que muestra todo lo que aún puede y le queda por contribuir y crecer, pues no sólo es consciente de la necesidad de ofrecer un nuevo y elocuente concepto museístico, que atraiga el interés de la sociedad actual con sus modas y costumbres, sino que, como barrunta el profesor de la Universidad de Londres John D. Bernal, en su clásica y extensa obra 'Historia Social de la Ciencia' (1967), considera la ciencia «en un sentido muy amplio, sin tratar nunca de determinarla por medio de una definición», siendo un eje cultural ineludible, aunque su interés central resida en la ciencia y en la tecnología, y esto es fundamental, pues como añade Bernal «ahora, en nuestra propia época, asistimos al comienzo de un retorno al estado primitivo de la humanidad por medio de una introducción general de la ciencia en todas las formas de pensamiento y la actividad práctica, uniendo nuevamente al científico, al trabajador y al administrador». Mucho tiempo anduvo la ciencia, y por supuesto la tecnología, independiente de la sociedad en su conjunto y ahora, cuando se valora esa ineludible conjunción de caminos de ciencia y sociedad, aparece la labor de un museo de futuro como el Elder de la Ciencia y la Tecnología, que contribuye a hacer de Las Palmas de Gran Canaria una ciudad reconocida y valorada por sus museos.
Los museos han sido para Las Palmas de Gran Canaria, en su amplia mayoría, hitos de un momento, de unas aspiraciones y necesidades, de un ser y sentir aunado al desarrollo y el progreso insular. Si miramos con detenimiento la historia de la creación de muchos de ellos, se apreciará como responden a la búsqueda de caminos y objetivos que la capital grancanaria, la sociedad isleña en general, se planeaba en esos momentos, en medio de la vorágine de buscar un puente al progreso a través de la cultura. Fue la aparición del Museo Canario (con un precedente en la creación del Gabinete Literario y sus espacios pioneros en las muestras de arte y otras diversas parcelas), la de la Casa Museo Colón y las distintas Casas Museos Insulares, u otros más específicos, pero también referentes de una historia isleña y atlántica, como el Museo Diocesano de Arte Sacro.
Una mirada detenida a todos ellos, al momento y los motivos de su puesta en marcha, a su devenir a lo largo de los siglos XIX y XX, como ahora al Elder en su veinticinco aniversario, permite entender mejor esa propuesta de definición de 'museo' que ha hecho el Consejo Internacional de Museos (ICOM), para quién se trata de «una institución sin ánimo de lucro, permanente y al servicio de la sociedad, que investiga, colecciona, conserva, interpreta y exhibe el patrimonio material e inmaterial. Abiertos al público, accesibles e inclusivos, los museos fomentan la diversidad y la sostenibilidad. Con la participación de las comunidades, los museos operan y comunican ética y profesionalmente, ofreciendo experiencias variadas para la educación, el disfrute, la reflexión y el intercambio de conocimientos».
En aquella primera velada institucional de un museo en Las Palmas de Gran Canaria, el 24 de mayo de 1880, el Dr. Gregorio Chil y Naranjo planteaba como «en mi concepto, la fundación de El Museo Canario y de su biblioteca es el acontecimiento más importante que registra la historia de las Islas», al tiempo que se preguntaba «y ¿cuáles serán los resultados? Lógicamente se desprenden. La ciencia perfecciona al hombre en todas sus esteras, le conduce rectamente por el camino de la verdad, le hace conocer sus derechos y sus deberes y deja en pos de sí ese rastro luminoso…». Setenta años después, con la creación de la Casa Museo Colón se formuló una nueva apuesta por el conocimiento, con la intención de «dotar de estudios científicos y actividades culturales a la isla de Gran Canaria y a la ciudad de Las Palmas», pues como señala el propio museo «no plantean desde el principio la creación de la entidad como una institución vacía de contenido sino como un instrumento eficaz y válido para que la isla, 'sin universidad', tuviera un organismo de alta cultura. Detrás de los fastos propios de la época, y de la conmemoración de la gesta colombina, se articuló un entramado que favoreció el desarrollo científico posterior».
Estos precedentes, y podríamos encontrar muchos otros en esta ciudad, donde los museos, desde sus primeros pasos, han sido tenidos como un puente hacia el progreso, se podían rememorar al escuchar las palabras del actual director del Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología, José Gilberto Moreno García, en las que señalaba, en relación con la esencia de este museo, que en pleno siglo XXI sigue mirando al futuro y al progreso, como ha sido, ante todo «no sólo un museo expositivo y divulgativo, sino también un referente educativo, turístico y cultural», lo que ha hecho que el Elder sea «fundamentalmente un referente social». Hoy es también hito de una ciudad y sus museos, de una capital atlántica europea donde los museos, a lo largo de siglo y medio, han contribuido decisivamente a que sea referente de la cultura como puente al desarrollo.
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