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El hoy de las regatas atlánticas en Las Palmas de Gran Canaria tiene un ayer muy sustancioso, unos orígenes que definen y señalan a esa pasión náutica que tantos triunfos y reconocimientos náutico-deportivos ha traído a esta isla a lo largo del siglo XX, ... y en lo que va del actual, donde la regata de la ARC se ha instituido en verdadero hito identitario de la náutica isleña internacional, aunque hay también otras muy valoradas y seguidas por deportistas y aficionados.
Si hoy cada otoño la regata de la ARC embellece y ennoblece aún más, si cabe, la estampa, el paisaje del Puerto de La Luz, de la costa capitalina, hace más de un siglo, en los últimos meses de 1911 y primeros de 1912, una iniciativa encendió pasiones y estimuló sentimientos que aunaron a las instituciones y a la ciudadanía grancanaria en un soberbio proyecto de regata atlántica hispano - americana, que si bien entonces no pudo materializarse, pues dos años después, cuando debía haberse comenzado a celebrar, se tropezó con la cruenta gran guerra del año catorce, aquella propuesta, aquellos enormes esfuerzos por su consecución, que obtuvieron eco y apoyos en prestigiosas publicaciones como el parisino periódico 'Le Figaro' y la revista 'Vida Náutica', o el apoyo decidido del Rey Alfonso XIII -que pocos años antes había conocido directamente las grandes posibilidades del nuevo Puerto de La Luz-, puede considerarse el origen y la semilla que hizo posible el ambiente náutico que ahora ha permitido que la ARC se estableciera aquí, y se consolidara como una de las grandes regatas mundiales.
Desde estas islas la denominada «carrera de Indias», aquel sistema arbitrado para mantener las comunicaciones y el monopolio comercial con la plazas ultramarinas americanas, uno de los episodios más relevantes de la historia española durante la Edad Moderna, que también incidió mucho en el devenir isleño, y sin ser una competición náutica, puede entenderse también como «semilla» de esa pasión náutica y naval, de esa necesidad de ser los primeros y más rápidos en muchas navegaciones atlánticas, para lo que incluso se construyeron veleros en la isla, y recordamos el inolvidable varadero, y sus carpinteros de ribera, en la Playa de San Telmo, junto al Castillo de Santa Ana y al Muelle de Las Palmas, comenzado a construir el 30 de mayo de 1811, o los de La Puntilla en Las Isletas.
Sobre esa mirada al mar, que siglo tras siglo marcó la vida insular, aunándose a las incipientes pegas de los clásicos botes de vela latina, y de otros barquillos, que enraizaron y se hicieron también seña de identidad isleña, surgió, en los años de tránsito entre los siglos XIX y XX, el gusto por las competiciones náuticas de vela ligera. Fue en buena parte una semilla británica, que cayó en aguas más que fértiles, bien roturadas en las centurias previas, y se convirtió en la simiente de la competición náutico-deportiva que apareció en Las Palmas de Gran Canaria con una fuerza y una capacidad que invistió a la ciudad y su puerto en un temprano y buen referente náutico internacional.
En los primeros años del siglo XX ya eran muchas las regatas que, a lo largo del año, surcaban las aguas de la bahía de Las Isletas, con la estampa de los numerosos buques, que ya entonces acogían los nuevos muelles y las modernas instalaciones del Puerto de La Luz, como telón de fondo, o disfrutaban de las aguas costeras de la capital, e incluso se celebraban algunas pequeñas regatas en aguas de la playa del Arrecife, hoy Las Canteras. Y en aquel ambiente, en el seno de aquella efusión náutica creciente, que pronto trajo la creación del Real Club Náutico en 1908, y a la que mas tarde se sumarían otros clubes como el Real Club Victoria, que junto al futbol también ha dado muchos aficionados a la náutica, comenzaron a recogerse y a formarse muy diversos proyectos de regatas, que se entendían de enorme interés para la imagen y el prestigio de la isla. Tanto que la prensa local, en 1911, ya hablaba de «la importancia que para Gran Canaria tendría la efectividad del proyecto y de los incalculables beneficios que habría de reportar...», en referencia a una propuesta de regata atlántica hispano - americana, que, desde el Puerto de La Luz, siguiera la estela del primer viaje de Cristóbal Colón.En mayo de 1908 la prensa grancanaria, recogiendo las noticias dadas por los periódicos madrileños 'La Época' y 'Diario de la Marina' se hacía eco de la regata promovida por la alcaldía del histórico puerto de Palos, Huelva, que «para conmemorar el aniversario del día en que se hizo a la mar la flotilla de Colón, del descubridor del Nuevo Mundo, ha organizado una regata para yates de vela españoles y americanos». Y a tan sugerente iniciativa, que en principio quedaba constreñida a la costa onubense, desde Gran Canaria se exponía como «la regata Nueva York-Bermudas es casi del mismo número de millas que la de Palos-Canarias, y como la primera tiene lugar a inicios de junio, los yates que tomen parte en ella tendrán tiempo para estar en Riotinto a fines de julio», proponiéndose una regata conjunta Palos - Canarias, que tendría aquí como punto fuerte al Puerto de La Luz, sobradamente dotado ya entonces de todos los recursos para atender las necesidades de los veleros tras esa importante travesía.
En diciembre de 1911 serían varias las publicaciones de la Villa y Corte las que se ocuparon de forma amplia de las regatas proyectadas por el Real Club Náutico de Gran Canaria. En concreto 'La Correspondencia de España', que abría su crónica resaltando como este club «ha imaginado unas regatas como medio de que en Canarias se encuentren representados todos los pueblos de habla castellana. Será ese un medio de que, con esa fiesta, que se prepara para abril de 1913, se aten más y más los vínculos de fraternidad entre España y las Repúblicas hispanoamericanas». Hacía referencia a la propuesta de una gran Regata Hispano - Americana que presentaba esos día en Madrid, como recogió también el periódico 'ABC', el presidente de dicha sociedad náutica Gustavo Navarro Nieto, que fue recibido con tal motivo por el rey Alfonso XIII, que también contó con el apoyo decidido del Marqués de Valdeiglesias, José Alfredo Escobar y Ramírez, de Torcuato Luca de Tena, de José Canalejas y de Severiano Martínez Anido, junto a todos los diputados canarios y del Marqués del Muni.
Se trataba de organizar, desde la base de El Puerto de La Luz, que, como señaló a la prensa entonces, «es el primero de España y uno de los primeros de Europa y América, en la línea de importancia y tráfico de Hamburgo, Londres Nueva York, Génova o Marsella», una prueba a la que «dada la situación de Las Palmas capital de Gran Canaria», se «justifica que se invite a todas las Repúblicas Hispanoamericanas para que acudan a las regatas», y añadía como «allí, en medio del Atlántico» en el cruce obligado de todas las líneas de navegación, se podrán dar un abrazo un abrazo cuantos se afanan por el progreso de España y de sus hijas las jóvenes naciones de América». Una regata que, como la actual ARC, partiría del Puerto de La Luz en pos de las islas y el Caribe.
Un ayer y un hoy ante el que no es de extrañar, dado el éxito que obtiene cada edición de la ARC, que se abran las puertas no sólo a la obtención por esta ciudad y su puerto de otras importantes regatas atlánticas, sino a otras actividades como salones náuticos o semanas marítimas internacionales. Es el alma marinera de una ciudad, de una isla que, como su poeta Tomás Morales, sueña con los puertos, los mares y las gentes de la mar.
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