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«¿Por qué no podemos simplemente llevarnos bien?», le interpelaba un ingenuo presidente de los Estados Unidos a unos marcianos en Mars Attacks!, la sátira ... de Tim Burton donde la diplomacia fracasa de manera espectacular. Tres décadas después, la escena se repite en la Casa Blanca, aunque esta vez sin platillos voladores. Las decisiones recientes sobre aranceles globales parecen inspiradas en el mismo manual de «cómo no hacer política exterior» que usaban los extraterrestres de Burton. La gran diferencia es que, en lugar de armas láser, el caos actual podría tener un autor inesperado: un algoritmo de inteligencia artificial.
En un giro digno de una distopía, el último plan arancelario de Donald Trump huele sospechosamente a prompt de ChatGPT. No lo dicen teóricos de la conspiración: la fórmula matemática detrás de los aranceles del 34 % para China o el 10 % base para otros países coincide milimétricamente con lo que cualquier usuario obtendría tras cinco minutos de chatear con una IA.
El coleccionista de NFT DCinvestor fue uno de los primeros en dar la voz de alarma en X: «Pude duplicar esto en ChatGPT. También me dijo que esta idea no se había formalizado en ningún sitio antes, y que era algo que se le ocurrió a él. ¡Por favor! La administración Trump está usando ChatGPT para determinar la política comercial». Otros usuarios rápidamente confirmaron el experimento, obteniendo de diversos chatbots la misma respuesta: dividir el déficit comercial entre las importaciones totales de cada país.
Es casi poético que un presidente que ha construido su imagen como defensor del proteccionismo económico a la antigua podría estar utilizando la herramienta más disruptiva de Silicon Valley para diseñar su política comercial. El mismo hombre que prometió traer de vuelta los empleos de la América profunda parece haber subcontratado el pensamiento económico a un algoritmo.
La fórmula revelada resulta ser de una simplicidad desconcertante: tomar el déficit comercial que EE. UU. tiene con cada país, dividirlo por las importaciones desde ese país y, en algunos casos, reducir ese número a la mitad. Es tan básica que incluso los propios chatbots la acompañan de advertencias sobre su impracticabilidad. «Este método pasa por alto las dinámicas complejas del comercio global, como elasticidades, acciones retaliatorias y complejidades de la cadena de suministro, pero ofrece una directriz simplista y proporcional», advierte.
Wojtek Kopczuk, editor del Journal of Public Economics, lo resumió perfectamente: «Confirmado, ChatGPT… Exactamente lo que haría el estudiante menos informado de la clase, sin revisiones». Y ahí radica la maravillosa ironía: hemos pasado de temer que la IA elimine empleos sofisticados a comprobar que puede replicar perfectamente el trabajo mediocre.
Antes de que las teorías conspirativas se disparen completamente, conviene analizar una explicación más prosaica: los modelos de IA están entrenados con enormes cantidades de datos que incluyen textos sobre economía, comercio internacional y política arancelaria. Es perfectamente posible que la fórmula propuesta por la administración Trump y la generada por ChatGPT coincidan simplemente porque ambos beben de las mismas fuentes conceptuales básicas.
Los modelos de lenguaje como GPT-4 han sido alimentados con libros de texto económicos, artículos académicos y documentos de política comercial donde conceptos como déficit comercial y balanza comercial aparecen frecuentemente asociados a discusiones sobre aranceles. No es descabellado pensar que, ante una pregunta sobre cómo equilibrar el comercio, la IA recurra a la misma lógica simplista que podría ocurrírsele a un asesor presidencial con conocimientos económicos limitados.
Además, la fórmula en cuestión no es precisamente un descubrimiento revolucionario. Es una aproximación rudimentaria que cualquier persona con nociones básicas de economía podría proponer: si hay déficit, se impone un arancel proporcional. Es el equivalente económico de resolver ecuaciones por tanteo: funciona en los casos más simples, pero ignora la complejidad del problema real.
Sin embargo, la precisión con que los diversos modelos de IA reproducen no solo el concepto general, sino los porcentajes específicos, sigue siendo inquietante. ¿Es posible que la Casa Blanca y ChatGPT llegaran independientemente a la misma solución simplista? Sí. ¿Es sospechoso que la fórmula sea idéntica hasta en sus detalles más específicos? También.
Quizás nunca sabremos si algún asesor presidencial tecleó furtivamente 'Dame una fórmula sencilla para calcular aranceles' en su smartphone durante una reunión del gabinete. Lo que sí sabemos es que, sea cual sea su origen, esta política arancelaria tiene el mismo nivel de sofisticación que una respuesta generada por IA en 30 segundos –con la diferencia de que ChatGPT, al menos, advierte sobre sus limitaciones.
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