

Secciones
Servicios
Destacamos
A lo largo de la historia, los grandes avances tecnológicos han ido de la mano de los pontificados, marcando no solo el rumbo de la ... humanidad, sino también el modo en que la Iglesia católica se ha relacionado con el conocimiento, la ciencia y la comunicación. La relación entre los papas y los hitos tecnológicos refleja cómo la Iglesia, lejos de permanecer ajena, ha dialogado, impulsado o reinterpretado cada revolución científica y técnica en su tiempo. Un ejemplo temprano es el papa Silvestre II, quien, en la Edad Media, tras formarse en matemáticas y astronomía, y familiarizarse con el saber árabe y griego, introdujo innovaciones como el ábaco y el sistema de numeración indoarábigo en Europa occidental, abriendo así a la Iglesia al diálogo con la ciencia. Más adelante, la invención de la imprenta en el Renacimiento revolucionó la difusión de ideas religiosas y la alfabetización, obligando a los papas a afrontar los retos de la comunicación masiva y la pluralidad interpretativa de los textos sagrados.
Durante la Revolución Industrial del siglo XIX, León XIII supo integrar los avances de la máquina de vapor y el telégrafo, promoviendo la apertura de los Archivos Vaticanos y fundando el Observatorio Vaticano, convencido de la compatibilidad entre ciencia y fe. En el siglo XX, con la llegada del teléfono, el avión y, posteriormente, la informática y los medios digitales, papas como Pío XI, Juan Pablo II y Benedicto XVI impulsaron el diálogo interdisciplinar y la presencia activa de la Iglesia en los nuevos entornos comunicativos, desde la radio y la televisión hasta las redes sociales.
En el siglo XXI, el pontificado de Francisco ha estado marcado por la revolución digital y el auge de la inteligencia artificial. Francisco no solo utilizó la tecnología como herramienta pastoral, sino que promovió una profunda reflexión ética sobre la IA, su impacto social y los desafíos de la automatización, la desinformación y los algoritmos, integrando estos temas en el magisterio y en documentos como Antiqua et Nova, publicado en enero de 2025 por los dicasterios de Doctrina de la Fe y de Cultura y Educación, con la aprobación expresa del Papa.
El documento parte de una premisa clara: la IA, por extraordinaria que sea en su capacidad para imitar aspectos del razonamiento humano, no es más que un producto del ingenio humano. A diferencia de la inteligencia humana, que abarca dimensiones emocionales, espirituales y relacionales, la IA opera dentro de un marco limitado de lógica computacional y análisis de datos. Equiparar ambas formas de inteligencia, advierte el Vaticano, corre el riesgo de reducir el valor intrínseco de la persona a un mero conjunto de funciones.
La Santa Sede insiste en que la tecnología, incluida la IA, debe estar siempre al servicio del progreso humano y del bien común. Esto implica no solo mitigar los riesgos asociados a su desarrollo —como los sesgos algorítmicos, el uso indebido en contextos bélicos o la desinformación—, sino también garantizar que sus aplicaciones respeten la dignidad humana y promuevan una sociedad más justa y solidaria. El documento alerta sobre el peligro de sustituir el trabajo humano por el progreso tecnológico sin discernimiento, recordando que el trabajo no es solo un medio de subsistencia, sino también un cauce para el crecimiento personal y la construcción de comunidad.
En el ámbito educativo, Antiqua et Nova advierte sobre el riesgo de que la IA empobrezca la formación integral del carácter si se reduce la educación a la mera transmisión de conocimientos técnicos y se descuida el cultivo de virtudes como la empatía, la creatividad y el pensamiento crítico. En el terreno de la salud, el texto reconoce el potencial de la IA para mejorar diagnósticos, pero rechaza que se delegue en sistemas automatizados decisiones que afectan a la vida y la dignidad humanas.
Una especial preocupación expresa el Vaticano ante el desarrollo de armas autónomas letales, capaces de seleccionar y atacar objetivos sin intervención humana. Francisco fue tajante: «Ninguna máquina debería elegir jamás quitar la vida a un ser humano». El documento denuncia la ilusión de que la IA pueda hacer la guerra más precisa o ética, y urge a la comunidad internacional a prohibir estos sistemas, que representan un desafío moral sin precedentes.
El Vaticano, bajo su liderazgo, no solo reflexionó sobre la IA, sino que la utilizó activamente para crear nuevas experiencias religiosas y culturales. Ejemplo de ello es la réplica de la Basílica de San Pedro, con su gemelo digital, fruto de una colaboración con Microsoft, que empleó inteligencia artificial generativa para ofrecer una experiencia inmersiva y accesible a millones de personas en todo el mundo. Así, la Iglesia mostró que es posible abrazar la tecnología sin renunciar a la profundidad espiritual y simbólica de su tradición.
En el horizonte, la pregunta ya no es solo quién será el próximo papa, sino cuál será el reto tecnológico —quizás aún inimaginable— con el que tendrá que lidiar la Iglesia para seguir siendo luz y guía en un mundo en constante transformación.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.