Tsunami en el desierto del Sahel

Consideré esta petición de comparecencia como una gran oportunidad para llevar el Sahel al Congreso. Porque lamentablemente creo que es fundamental que las Cortes Generales y sus representantes estén al día de la actualidad que ocurre en África. En el Congreso se ha hablado, y mucho, de Ucrania, se ha hablado mucho de Gaza y se habla mucho de migraciones, de mirar hacia el Báltico y de ampliar la Unión Europea pero lamentablemente no se mira para el Sur, no se habla del Sahel y de la importancia que tiene para nuestro país.

En esta comparecencia aproveché para incidir ante los diputados que, a mi modo de ver, el Sahel es el laboratorio de la nueva geopolítica mundial, que se están conjugando muchos factores como para que debamos ya considerar inadmisible que el Sahel no esté mucho más presente en la actualidad de nuestro país. Cada día aparecen nuevos datos que confirman este hecho.

Por lo pronto, como trasladé en la comisión, las novedades sobre la violencia yihadista son cada vez más preocupantes. El Sahel es el epicentro del yihadismo a nivel mundial, la región que acumula ella sola más de la mitad de las muertes relacionadas con el terrorismo global. Es paradójico que ese nivel de inseguridad sea el principal factor que explicase tanto los acontecimientos políticos (los golpes de Estado y la consiguiente imposición de Juntas Militares en los tres principales países que sufren esa inseguridad -Mali, Níger y Burkina Faso-) como la posterior retirada de los proyectos europeos que trataban de ayudar (obviamente podemos hablar de decepción y fracaso en los resultados) para contener esa amenaza.

La paradoja es que desde la ruptura de los acuerdos y la salida de los ejércitos europeos en la zona, la situación securitaria ha empeorado. Y para muestra, una noticia de esta misma semana: el grupo yihadista JNIM (para entendernos, la rama de Al Qaeda en el Sahel) reivindicó un ataque al ejército maliense y a los soldados de Rusia que operan en la zona de Koulikoro, a solo 60 kilómetros de la capital (Bamako) y en la región por donde patrullaban las tropas españolas hace poco más de un año.

Desde el año 2019, las muertes por terrorismo en la zona se han multiplicado casi por diez. Y los ataques de JNIM se van acercando a la capital, dando la sensación de que todo se agrava. Y a su vez, levantando la vista, también, se incrementan los ataques y acciones yihadistas en el norte de países como Benín o Togo, con lo que acercan el objetivo de estos grupos de ganar influencia en la región y alcanzar los países costeros de África occidental. Es decir, una salida al mar.

Recordemos que esta violencia yihadista no existe por un motivo estrictamente religioso: existe porque hay una economía criminal detrás, que aprovecha la inmensidad del Sahel y se nutre de los tráficos ilícitos, de armas, de drogas -la cocaína, principalmente-, y de personas.

Desde la perspectiva geopolítica, el establecimiento de una nueva Alianza de los Estados del Sahel de los tres países con Juntas Militares (los ya citados Mali, Niger y Burkina Faso) ha provocado la salida de éstos de la CEDEAO (esto es, la ruptura del consenso político y la cooperación militar entre los 14 países del África occidental integrados en la misma) y el enroque de estos tres países, echando a los antiguos socios occidentales, principalmente Francia pero también a toda la Unión Europea, y estrechando lazos con Rusia. Y esto, estimados lectores, también debe constituir una importante fuente de preocupación.

Porque la salida de las tropas francesas no solo se circunscribe a los tres países: el sentimiento antioccidental, y más concretamente antifrancés (aunque es evidente que eso afecta a toda la Unión Europea) se extiende también por la región. Los franceses se han visto obligados a retirar sus tropas y acuartelamientos en Chad (se completó en enero), Senegal y Costa de Marfil (se completa durante este 2025).

Al hilo de esta nueva situación geopolítica, les recomiendo la lectura del recientemente publicado análisis de Ignacio Fuente Cobo en el Instituto Español de Estudios Estratégicos, donde aborda la creciente influencia de Rusia en el Sahel a través de sofisticadas campañas de desinformación y propaganda. Estas acciones han tenido un éxito notable, especialmente entre la juventud africana, lo que se manifiesta en un aumento del sentimiento prorruso y en la expulsión de la presencia occidental de varios países de la región.

El enfoque ruso ha sabido aprovechar las vulnerabilidades informativas del Sahel, como la debilidad de los medios locales, el uso intensivo de redes sociales por parte de los jóvenes y el acceso limitado a noticias fiables. Como consecuencia, la desinformación rusa ha contribuido a la desestabilización del Sahel y al posicionamiento de Rusia como un actor geopolítico central ahora mismo en el terreno.

Porque la estrategia rusa se basa en presentarse como una alternativa a los países occidentales, capitalizando el sentimiento antiimperialista y los agravios coloniales históricos. Rusia busca así reforzar su posición internacional y sustituir a las potencias occidentales, especialmente a Francia, en una región rica en recursos y estratégicamente vital.

También es obvio que Putin concibe sus acciones en África como una forma de represalia contra la OTAN por su papel en la guerra de Ucrania y para desafiar la influencia occidental en su flanco sur. La desinformación rusa ha explotado hábilmente el fracaso de las estrategias antiterroristas occidentales, así como la obligación de Estados Unidos de cortar la asistencia en seguridad tras los golpes de Estado de los países ahora aliados en la AES.

Fuente Cobo también aborda la explotación de recursos como el oro y los minerales estratégicos por parte de Rusia. Por ejemplo, Rusia ha conseguido modificar los códigos mineros para beneficiar a sus empresas, citando el ejemplo de Níger, donde controla ahora el 65% de las licencias de extracción de oro y busca invertir en la explotación de uranio tras la retirada de empresas francesas.

Para contrarrestar esta influencia rusa y la desestabilización, Europa debe adoptar un enfoque integral y ambicioso que combine la lucha contra la desinformación con el apoyo a la gobernanza, el desarrollo local y una comunicación transparente, buscando recuperar la influencia perdida.

Como ven, se está produciendo un tsunami en el desierto del Sahel. Y es por eso que insistí ante los diputados del Congreso que aislarse y desentenderse del Sahel no es una opción para España.

Lo que ocurra en nuestra región vecina del Sur debe preocuparnos, pero sobre todo debe ocuparnos. España ha tenido históricamente una relación excelente tanto con los países ahora en la AES como con la CEDEAO en su conjunto, así que aplaudo y celebro que nuestra política exterior tenga presente eso y busque ahora jugar un papel líder y protagonista en las relaciones europeas con el Sahel.

Y, mirando hacia nuestras Islas, ahora que el Gobierno de Canarias trabaja en la elaboración de una nueva estrategia para África, es importante que nuestras instituciones entiendan la relevancia del Sahel y adopten una mirada enfocada hacia el vecino africano como parte fundamental de dicha estrategia. Es una obviedad decir que la presión migratoria en la Ruta Canaria tiene en la inestabilidad del Sahel (tal como acaba de ser expresado por Frontex) uno de sus factores importantes. Así que, una vez más, miremos hacia el Sahel, porque no cabe bajo ningún concepto darle la espalda al que ahora es el tablero de juego de la geopolítica mundial.