Pido perdón
«La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra podemos morir una vez; en política, muchas veces». Winston Churchill
José Miguel Bravo de Laguna
Expresidente del Parlamento de Canarias
Sábado, 12 de julio 2025, 22:57
Debo comenzar este nuevo —y quizás último, por razones que luego expondré— capítulo de mi Rendición de Cuentas pidiendo perdón. En principio, como suelo hacer, ... había elegido una cita literaria o política que sirviera de pórtico para el texto que iba a escribir. Esta semana, en la vigésimo tercera entrega, me había propuesto narrar mi etapa como presidente regional del Partido Popular de Canarias entre 1991 y 1999. Durante ese periodo, fui diputado en el Parlamento hasta 1995, y presidente del Parlamento de Canarias desde ese año hasta 1999.
Para situar al lector en aquel contexto ya lejano, estuve ocho años al frente del PP canario, reelegido en dos congresos regionales. Renuncié voluntariamente la noche electoral de junio de 1999, tras pasar de 18 a 15 diputados regionales. Aunque en mi isla, Gran Canaria, encabezando la lista, obtuvimos nuevamente 7 de los 15 escaños, asumí la responsabilidad política por esa pérdida global. Continuamos siendo la segunda fuerza política de Canarias y seguimos cogobernando con Coalición Canaria. De hecho, fui reelegido presidente del Parlamento y ocupé ese cargo hasta 2003. Sin embargo, consideré que debía dar un paso al lado. Ya entonces se gestaban deslealtades dentro del partido que conocí bien y que reforzaron mi decisión. Las críticas no me molestan; soy demócrata convencido. Pero sí me repelen las deslealtades y el juego sucio.
Por todo ello, tenía previsto dedicar esta entrega a aquella etapa. De hecho, había elegido para encabezarlo unas duras palabras de Pi y Margall, efímero presidente de la Primera República Española (que duró apenas entre 1869 y 1875), y cuya presidencia se extendió apenas mes y medio, entre el 11 de junio y el 18 de julio de 1873. La cita, tristemente vigente siglo y medio después, decía: «Por cada hombre leal he encontrado diez traidores; por cada hombre agradecido, cien ingratos; por cada hombre desinteresado y patriota, ciento que no buscaban en la política sino la satisfacción de sus apetitos.»
Confieso que, en mi trayectoria, también encontré algún traidor, bastantes ingratos y muchos que, como decía Pi y Margall, solo buscaban en la política el beneficio propio.
Sin embargo, la similitud entre aquellos tiempos convulsos y el momento actual me ha llevado a replantearme el sentido de esta serie que inicié bajo el título Rendición de Cuentas. Cuando comencé a escribir esta entrega, aún no se había producido el reciente debate en el Congreso de los Diputados, con durísimas acusaciones y descalificaciones entre Sánchez y Feijóo, en un tono que jamás conocí durante mis 13 años como diputado nacional, ni en mis 12 años en el Parlamento regional, ni como presidente del Cabildo, ni en mis ocho años como consejero en la oposición, ni siquiera en mi breve etapa como alcalde de Santa Brígida.
Confieso que me quedé estupefacto, y muy preocupado por el rumbo cainita que está tomando la política española. Por eso, me pregunto: ¿tiene sentido que yo dedique esfuerzos a relatar hechos de hace décadas, pida la generosidad de este medio —CANARIAS7— para publicarlos y reclame la atención de los lectores, cuando el presente exige una reflexión urgente, rigurosa y comprometida sobre el futuro?
¿Tiene sentido, por ejemplo, que me extienda narrando mis diferencias con quien me sucedió en la presidencia del PP de Canarias, José Manuel Soria —a quien personalmente propuse como candidato a la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria por su brillante trayectoria profesional— pero con quien más tarde mantuve profundas discrepancias políticas?
Pensaba relatar también mi etapa de repliegue entre 2003 y 2011, mi regreso como candidato al Cabildo a propuesta del propio Soria, y mi mandato como presidente hasta 2015. Después, mi salida de esa responsabilidad —que consideré errónea—, la fundación del partido Unidos por Gran Canaria, los ocho años en la oposición al frente de una crítica firme contra las políticas de Morales, el PSOE y Nueva Canarias. E incluso mi breve pero intensa alcaldía de Santa Brígida, que asumí en junio de 2023 y concluyó el 31 de diciembre de 2024, como parte del acuerdo con el PSOE y Ando Sataute.
Sin embargo, he llegado a la conclusión de que no tiene demasiado sentido continuar estos relatos, al menos por ahora. No quiero abusar del tiempo, ni del espacio, cuando los tiempos actuales requieren hablar del presente y del porvenir. Pido perdón a quienes —sé que los hay— han seguido con interés o curiosidad estas entregas, y agradezco su lectura generosa.
Si tuviera que hacer un brevísimo resumen de mi vida política, destacaría tres logros esenciales:
-Como diputado a Cortes, el reconocimiento del Régimen Económico y Fiscal (REF) canario en la Constitución de 1978 (disposición adicional tercera).
-Como diputado regional y presidente del Parlamento y del PP, las inversiones logradas para Canarias, especialmente la circunvalación de Las Palmas de Gran Canaria.
-Como presidente del Cabildo de Gran Canaria, la construcción del Gran Canaria Arena y la celebración del Mundial de Baloncesto en 2014.
A ello sumo los reconocimientos oficiales que agradezco profundamente: la Orden Nacional del Mérito Constitucional, el Gran Collar de Canarias, el título de Hijo Predilecto de Gran Canaria (2010), y el de Hijo Adoptivo de Santa Brígida, recibido en este año 2025.
Siempre me enorgulleció representar al Archipiélago en actos solemnes como presidente del Parlamento, segunda autoridad protocolaria de Canarias. Acompaño este artículo con una imagen de uno de esos momentos, en las fiestas del Cristo de La Laguna o la Virgen de Candelaria, que me marcaron profundamente.
Termino aquí este relato. No por pereza ni por desinterés. Simplemente, porque creo que el momento exige otra mirada, más atenta al presente. Aunque, como es evidente, el pasado puede y debe ayudarnos a construir un futuro mejor.
Y ya en estas reflexiones finales, vuelvo a quien considero uno de nuestros más grandes: Benito Pérez Galdós. En muchas ocasiones he citado estas palabras suyas, pero no me resisto a hacerlo una vez más. Se las dirigió a quienes trabajaban en una revista, Electra, que tuvo un recorrido breve. Sus palabras, sin embargo, son eternas:
«Que trabajen sin descanso; que no den entrada en sus espíritus al desaliento; que sean perseverantes, testarudos y hasta machacones; que el último momento de un fracaso sea el primero de una nueva tentativa. Que se propongan un fin, y cierren los ojos a los obstáculos que el camino les ofrezca, bien persuadidos de que no hay dificultades ni distancias que resistan a estas dos grandes virtudes: paciencia y voluntad».
Gracias. Hasta siempre.
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