Lo que está sucediendo en Nueva Canarias es de una naturaleza política tan vieja, que forma parte indivisible de cualquier partido político que se precie. ... Ya hemos vivido batallas épicas en esta tierra, como aquella, la más reciente, en la que Fernando Clavijo consiguió arrebatarle el poder a un Paulino Rivero que parecía tenerlo todo atado, y en la que el actual presidente demostró olfato y diente para hacerse con el mando en un partido territorialmente mucho más complejo que NC, donde la vieja guardia, miembros fundadores y 'putos amos', como diría ese intelectual llamado Óscar Puente, cuyo ministerio le queda casi tan grande como sus trajes. Se nota que no está acostumbrado a ello.
Teodoro Sosa es un político tan hábil como contundente, y él es consciente del gran poder que ha ido acumulando en un partido que, aunque no es el suyo, mucho le debe. Ese voto del norte que arrastra su figura, uno de los políticos más votados de España, ha sido vital para que, entre otras cosas, el partido de Román Rodríguez mantenga el control en el Cabildo de Gran Canaria, sin duda la joya de la corona de los nacionalistas.
Teo tiene hambre y ambición, y es normal, pues ya ha llegado el momento para dar un paso más y confirmar que es una figura política relevante más allá de Gáldar. Y a NC no le queda otra que abrirle el camino, despejar la carretera y apoyarlo, si quiere seguir vivo como partido. Es difícil montar un partido de la nada, posicionarlo, consolidarlo y coger poder, eso nadie lo duda. Rodríguez y los suyos han demostrado una inteligencia estratégica de primer nivel. Pero quizás lo más difícil sea decir adiós en tiempo y forma.
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