Fernando Clavijo siempre tuvo claro que lo suyo sería más que una simple, pero respetable, concejalía en su municipio de San Cristóbal de La Laguna. ... Fue allí donde inició una carrera política especialmente interesante para su análisis, pues está plagada de muchos éxitos y no pocos sobresaltos.
Desde que alcanzara la alcaldía lagunera, Clavijo conquistó una plaza mayor, simbólica para su partido y desde luego una pista de salida que lo impulsó a hacerse con el poder fáctico en CC, desbancando a Paulino Rivero, que no era un rival menor, precisamente.
Siempre sin elevar el tono, sin frases polémicas ni insultos a sus adversarios. Así fue como llegó a su primera etapa en el Gobierno canario, en la que tuvo aquella previsible crisis de Gobierno con Patricia Hernández pero que no le impidió continuar al frente de la presidencia. Las denuncias de los ya archivados caso Grúas y caso Reparos amenazaron con acabar con la imparable carrera política del lagunero, pero fue ahí cuando empezó a desarrollar su particular manual de resistencia. Con paciencia de karateca, deporte que controla a la perfección, Fernando cambió el Senado y los juzgados para volver a una carrera electoral con la esperanza de sumar, sabiendo que sería Torres el más votado, como así adelantaron todas las encuestas.
Y la suma salió. El pacto, que arreglaron rápidamente entre él y Manuel Domínguez, es más estable que el de las flores en cuanto a números, con los herreños y gomeros en el carro. Arranca así un nuevo capítulo en la historia política de Canarias, en la que el lagunero ya tiene una destacada presencia.
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