El otro día fui, como muchos padres, con mi hijo de dos años a la cabalgata infantil del carnaval de Las Palmas de Gran Canaria. ... Salió desde Manuel Becerra, y la cosa prometía en el inicio, donde algunas comparsas infantiles, junto a personajes animados, llenaban de sonrisas a los alegres chiquillos, que bailaban al ritmo de la música carnavalera y de las canciones propias de esa edad. La alegría duró poco. Tras ese espejismo inicial, llegó el desfile de carrozas, eterno, donde lo más infantil que sonaba era «a ella le gusta la gasolina, dale más gasolina», y otras joyas de panorama musical tan didáctico.
El volumen de las canciones de reguetón era desorbitado, muchas carrozas, además, contaban con animador incluido, que animaba a gritos a los presentes, que no entendían nada. Los más pequeños, como era previsible, aterrorizados por el espectáculo, comenzaron a llorar y con cara de pánico solicitaban auxilio a los padres, que dejaron de ver a los personajes de la patrulla canina, para ver a otros personajes, cubata en mano, y 'perreando' al ritmo de las carrozas.
Nunca he entendido muy bien la gracia de ver ese eterno y pesado desfile de carrozas en una cabalgata infantil. Los niños a la tercera ya se quieren ir, porque entre jugar en el parque o ver a gente gritando los grandes temas como «a ella le gusta que le den bien duro, dale más duro, papi», pues evidentemente prefieren el parque. La cabalgata infantil es un coñazo infumable, y haría bien la organización en darle una vuelta al concepto de cara a próximas ediciones. Y si no, que no pongan que es infantil, y así no hacen perder el tiempo a tanta gente.
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