Basura de agosto

El tema es que en esos contenedores no quiere entrar ni la basura. Le da asco. Imagínese, en estos días de calor de agosto, el aroma que desprende esa esquina del pánico, en la citada calle y la calle Faro. La dueña de la pastelería ya no sabe ni lo que hacer para que al menos renueven los putrefactos y veteranos recipientes de mierda. Y los peatones que por allí pasamos, muchas veces porque se nos olvida que eso sigue existiendo, lo hacemos entre la arcada y los pensamientos a los responsables competentes en la materia.

Algunos de esos contenedores, además, se mezclan en una orgía pueril con otros de restaurantes, por lo que tenemos el olor a la basura común, el aroma a restos de pescados y carnes de negocios cercanos, las bolsas por el suelo porque ya están llenos, las meadas de perros y otros animales de dos patas y un poco de todo.

Al final, la propietaria de ese negocio se acabará mudando a otro sitio, porque en esta ciudad la basura siempre gana. El sentido común brilla por su ausencia, y los alrededores de la playa de Las Canteras, sin duda la mejor playa urbana de Europa, sigue siendo territorio sin ley.