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La información política no tiene buena prensa

La información política no tiene buena prensa

El periodismo es el necesario antídoto contra escandaleras, silencios, mentiras, incertidumbre y desinformación

Jueves, 3 de noviembre 2022, 23:41

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El periodismo es, junto con la política, una de las profesiones menos valoradas por los ciudadanos. La coletilla de que todos los políticos son unos ladrones suele ir acompañada de la tajante afirmación de que todos los periodistas son unos mentirosos. Si ambas actividades se juntan, la estima social cae hasta el mínimo.

Escribir de política en un periódico no siempre es fácil. Más allá de la legítima línea editorial de cada empresa de comunicación, se requiere back ground y, sobre todo, fuentes fiables. Ambas cuestiones se consiguen, como en cualquier sección de cualquier medio, con tiempo y rigor. Es la parte más simple.

La más complicada es transitar en el equilibrio, mantener la relación con el poder sin perder de vista cuál es nuestro trabajo. En ocasiones resulta difícil hacer entender a los políticos que los periodistas no estamos a su servicio, que no somos sus escribientes. Que si les criticamos no es porque tengamos una determinada ideología o seamos de otro partido, y que si valoramos positivamente una iniciativa, tampoco somos amigos. También nos vemos en la tarea de recordarles, quizá con más frecuencia de la que deberíamos, que la transparencia es una obligación.

Es una evidencia que la información política no se encuentra entre las secciones más leídas de un periódico. Hablar de presupuestos, impuestos, proyectos de ley, interpelaciones, IGIC, REF, ZEC, planes territoriales o directivas europeas no resultan asuntos especialmente atractivos para una sociedad a la que cada vez le cuesta más prestar atención a lo que lee (poco) o escucha.

Pero lo cierto es que las políticas que aprueba el Parlamento y ejecuta el Gobierno marcan gran parte de nuestra evolución -o involución- personal y colectiva. De sus decisiones depende que paguemos más o menos impuestos; que crezcan o mengüen los recursos destinados al bienestar social -desde becas, fondos para la dependencia, contratación de personal docente o sanitario para el sistema público...-; que se desarrollen líneas contra el cambio climático; programas de empleo para los jóvenes; bonificaciones para el alimento del ganado o políticas de igualdad. No son cuestiones ajenas. Son asuntos que nos afectan en nuestro día a día.

Mi sensación es que en este trabajo, en esta tarea de dar información política, jugamos con desventaja. Frente a los cada vez más exiguos medios humanos en las redacciones, crecen los departamentos de asesores y periodistas en partidos, instituciones o empresas públicas que en vez de tender puentes levantan muros.

Por eso, resulta descorazonador ver el Parlamento de Canarias sin periodistas siguiendo sus sesiones, sin nadie que registre negro sobre blanco el trabajo de sus señorías o que nadie dé cuenta de cómo se escabullen diputados o miembros del Gobierno a la hora de dar explicaciones.

La culpa no es solo de un lado. En esta orilla, como escribió Alfonso González Jerez, se expande la renuncia del periodismo. Y cada vez es más frecuente encontrar profesionales que, por ejemplo, acudimos a una comparecencia del presidente sin una sola pregunta; que seguimos una comisión o un pleno parlamentario hasta que conseguimos llenar el hueco asignado en la página o nos conformamos con una propagandística nota de prensa. En nuestra defensa, también hay que añadir que resulta muy cansino y frustrante buscar respuestas y encontrar solo eslóganes.

En los últimos tiempos, en la política impera el ruido que busca un titular antes que la reflexión y la búsqueda de consenso. Un ruido por el que los medios no nos deberíamos dejar arrastrar, sino destinar el esfuerzo a desbrozar tanta declaración oportunista para encontrar el fondo. Porque la política es demasiado importante para dejarla en manos de los políticos. Y la prensa, antes como ahora, y como después, tiene la tarea de examinar esa labor como intermediaria de la sociedad. Eso no ha cambiado con los nuevos formatos. Por eso es importante que los periodistas sigamos estando, incomodando si es necesario, preguntando lo que no nos cuentan. El periodismo sigue siendo el necesario antídoto contra escandaleras, silencios, mentiras, incertidumbre y desinformación. Aunque sigamos teniendo mala prensa.

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