Huracán Olona

Pero por encima de esa situación, que es propia de todo momento electoral, me quedo con el golpe a la pequeña pantalla que supuso la puesta en escena de Macarena Olona, candidata de Vox. Sí, digo golpe porque eso fue lo suyo: un puñetazo en toda regla, tanto al resto de candidatos como al espectador en general. Olona salió como un huracán, a sabiendas de por dónde la iban a atacar y adelantándose incluso a esa ofensiva del resto y presumiendo de aquello que le iban a echar en cara. Que le iban a decir que iba contra el feminismo, pues ella daba su particular lección sobre cómo entiende que es la relación entre hombre y mujer; que le iban a decir que negaba la violencia machista, pues ella atacaba con su concepto de la violencia intrafamiliar; que le iban a espetar que era xenófoba, pues ella ponía como ejemplo lo que se vivió en los alrededores del estadio que acogió la final de la Liga de Campeones de fútbol o se ponía como víctima contando que no puede salir tranquila de noche por algunas calles de Andalucía...

Hubo varios momentos en que Olona fue también la mayor crítica a la gestión de Moreno y Marín, incomodando de hecho al primero, que pretendió entrar y salir del debate sin mancha alguna, sabedor de que las encuestas le sonríen y que, por tanto, lo que hay que evitar en estos encuentros televisados es cometer un error. Fue en ese sentido más valiente Marín, que plantó cara a Olona y le dijo abiertamente que no tenía ni idea: ni de Andalucía ni de gestionar una institución pública.

Ah, también estaba Juan Espadas, candidato socialista. Viéndolo el lunes y dicho siempre desde esa distancia que da no ser andaluz, ahora se empieza a entender por qué las encuestas pintan tan mal para los socialistas. En cuanto a las otras izquierdas, lo único claro del debate es el error, inmenso error de ir separadas.