Que salven La Mina
Una reciente caminata en familia por el barranco de La Mina, en San Mateo, me permitió comprobar hasta qué punto se ha visto dañada la ... frondosa vegetación que siempre tuvo este cauce por la decisión que alguien tomó de cerrarle el pequeño caudal de agua que la regaba. En los últimos años apenas llevaba unos litros, pero daban lo suficiente como para mantener la humedad de esta sauceda. Ahora no pasa ni una gota y los caideros que le dieron fama entre los senderistas han mutado en cantiles de piedra seca.
Me pregunto si al final ha merecido la pena, si el beneficio que ha reportado el desvío de esas aguas compensa tanto daño ecológico. Aquella polémica decisión terminó en los tribunales, que acaban de reabrir la causa tras un primer archivo.
Los ecologistas celebran la medida. Les abre la puerta a una esperanza que tenían perdida, pero yo no termino de verla. Primero, porque los tiempos de la justicia no son los de la naturaleza. Y segundo, porque tampoco está claro si la sentencia primará el interés del propietario del agua frente al general del paisaje y del medio natural.
Tiro de refrán y apuesto por aquel que dice que más vale un mal arreglo que un buen pleito. ¿Será tan difícil que el Cabildo que tanto apuesta por la ecoisla use las participaciones que tiene en la heredad de aguas propietaria de este caudal y busque una solución intermedia que favorezca a todos? ¿Es tan difícil hallar una fórmula por la que los herederos cedan un poco y dejen que el agua vuelva a correr por el barranco?
En Los Cernícalos, en Telde, también ha existido la tentación de cerrarle el grifo a la naturaleza, pero aquella heredad sí tomó conciencia del daño que podía hacer y optó por medidas menos drásticas.
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