Como Montoya, pero al revés
Si valiera de algo, me echaría a correr como el tal Montoya, pero al revés, en dirección contraria, si pudiera escapar de un mundo en ... el que un terraplanista goza de foco mediático para sus simplezas; en el que casi 80 millones de personas han votado y han dado poder a un fanfarrón de barra de bar; en el que un pueblo que fue víctima hace 80 años, ahora se ha vuelto verdugo; en el que el partido que patrimonializa la libertad colecciona deserciones por no querer atarse a sus ideas; o en el que el sentido común se ha convertido en el peor de los sentidos.
Yo tampoco atendería a los 'por favor' de la Barneda para huir de una sociedad que lapida con tuits y sin juicio previo, que interroga a las víctimas como si fueran culpables, que endiosa a los hijos o sobrinas de y exilia a sus talentos, o que expulsa de los cascos a sus castizos por turistas de usar y tirar.
También me rasgaría en pedazos la camisa, de puro cabreo, por un país que se basta con aplausos para pagar bien a sus médicos; que confunde a periodistas con portamicros de saldo, que convierte en delito el deseo de una vida mejor, que prefiere el insulto al argumento, que pone en diálogo, de igual a igual, a la fe con la razón, que ha sustituido el 'Un, dos, tres' por 'La isla de las tentaciones', o que ha hecho de los supermercados una subasta de Christie's.
O gritaría, sobreactuado e histriónico, ante la impotencia de ver esa juventud que envejece en casa de sus padres, la sangre que siguen derramando mujeres en la era más feminista de la historia o el odio que brota de la ignorancia. Y todo eso en un artículo que, mea culpa, usa como hilo la escena meme y viral de un reality facilón en lugar de recurrir, por ejemplo, al método deductivo. Aquí no se libra casi nadie.
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