A cuenta de Viera
El mundo del fútbol es un mundo de maximalismos. Todo se juega a un todo o nada, a un o estás conmigo o estás contra ... mí. Tanto es así que ya está acuñándose el término futbolarización para referirse a la polarización extrema que está deteriorando la convivencia en España y en medio mundo.
Esta fiebre lo arrasa todo y fulmina incluso aquel antaño escrupuloso respeto que se le tenía a los llamados ídolos futbolísticos. Todo es opinable, pero creo que Jonathan Viera ha llegado a estar en esa privilegiada categoría, al menos en el mundo que rodea a la UD Las Palmas. Por eso asisto estos días con sorpresa a la repentina bajada a los infiernos del jugador de La Feria.
Es verdad que la madurez no es precisamente su fuerte. Y que sentó muy mal el Ronaldo que le hizo al club y a la afición tras la meritoria victoria ante el Celta, partido en el que, casualmente, no entró de titular. Pero a partir de ahí no sabemos muy bien qué más ha pasado. Eso sí, se ha desatado una tremenda ola de especulaciones a cuenta del entrenamiento que no se celebró o de la supuesta frialdad con la que García Pimienta hace referencia a Viera en sus declaraciones.
¿Por qué? Porque, entre otras razones, tanto el club como Viera no han tenido tino para gestionar esta crisis. ¿El resultado? Que se ha enfangado tanto la relación del jugador con la afición que no sé hasta qué punto es recuperable.
Quizás el problema vuelva a estar en esta querencia por los extremos. Es evidente que Viera está entre las leyendas de la historia de los amarillos, pero ni antes era Dios, pese a que muchos lo tenían como tal, ni ahora es el diablo. Así que, algo más de mesura y un deseo: que las dos partes pacten ya una salida. Si no, el daño será irreversible.
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