Secciones
Servicios
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
No he visto 'Oppenheimer', lo reconozco como premisa de partida, pero sí he pasado por taquilla para ver en el cine 'Barbie', el otro gran éxito cinematográfico del momento, lo que me permite afirmar que soy uno de esos millones de personas que ha caído en las redes del fenómeno que han dado en llamar 'Barbieheimer' o 'Barbenheimer'.
Hacía años que no veía tanta gente en un cine no capitalino un domingo por la noche. No solo había colas para comprar roscas, sino que hasta tuvieron que recurrir a los típicos postes con cintas delimitadoras para regularlas. Insólito. Me recordó viejos tiempos.
Y la película, en fin, estaba bien. Me gustó, entre otras cosas, porque entretiene y porque resulta original. Insisto, aún tengo pendiente 'Oppenheimer', calificada por algunos críticos de obra maestra, pero solo con lo que he visto, con la mitad del fenómeno, tengo claro que esta vuelta del público a las salas no es producto precisamente del gusto de la gente por el buen cine.
Este negocio acumula lustros de crisis profunda. Han salido muy buenas películas, algunas, auténticas joyas, y no han logrado reconciliar al público con la gran pantalla. Es obvio que la motivación es otra, un cóctel de factores que incluyen la irracionalidad de la masa, una buena campaña de marketing y el poder de los dichosos algoritmos.
El cine, en este caso, es solo un convidado de piedra. Hemos seguido al Hamelín de turno, yo el primero, como corderitos al redil. Esta vez ha sido por una buena causa. Y bienvenido sea. Ojalá resuciten los cines. Lo malo es que, a las pruebas me remito, esta misma pócima se aplica en otros ámbitos y con fines menos loables. Mejor no poner ejemplos.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.