Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Hay altos cargos públicos que no saben qué hacer para que nos acordemos de que existen. Resulta que tienen competencias que no sirven para casi nada y pretenden ocupar el espacio mediático con ocurrencias varias, incluso con grandes polémicas, para que el menos de hable de ellos. Alberto Garzón encaja plenamente en ese esquema. Añado que es ministro de Consumo porque lo fácil es que lo hayamos olvidado.

Ahora se ha vuelto a meter en un jardín, y todo indica que lo ha hecho encantado, al incluir en una entrevista a un periódico británico gruesas palabras sobre el sector cárnico exportador español. Según el ministro, es indefendible la continuidad de la exportación de carne de poca calidad de animales maltratados en un modelo de ganadería extensiva. Que además es altamente contaminante... y se queda tan pancho el hombre.

No se trata de negar la mayor: seguro que hay casos en que se da ese cuadro negro que dibuja el ministro, pero lo que no es de recibo en alguien con sus responsabilidades es la generalización y menos aún tirar la piedra, esconder la mano y no señalar con nombres y apellidos a quién se refiere. Más aún: si de verdad tiene pruebas de lo que dice, ya está tardando en acudir al juzgado. A eso hay que sumar el asunto competencial: en el Consejo de Ministros se sienta un compañero de cartera que sería el directamente encargado del asunto, esto es, el socialista Luis Planas, y no consta que piense lo mismo. Como tampoco hay constancia de que las comunidades autónomas. que serían las competentes para actuar contra las granjas que contraviniesen las normas, compartan esa acusación genérica. Ni tampoco hay constancia de que el Seprona de la Guardia Civil, que igualmente podría investigar esos casos si es que existieran, haya recibido denuncia del ministro Garzón.

Llueve sobre mojado con este ministro. Ya salió en su día el propio presidente Pedro Sánchez a enmendarle la plana cuando cargó contra el exceso de carne en la dieta de los españoles. Tampoco es que Sánchez estuviese especialmente brillante en ese episodio, pues intentó cerrar con una broma de escasa gracia lo que era un asunto de calado político. Ahora espero que se ahorre el chiste y actúe en consecuencia: o se obliga a Garzón a clarificar el alcance de su acusación, o se le conmina a rectificar o simplemente se le pone de patitas en la calle. Quizás con esto último el hombre se sienta liberado de la púrpura y la cartera y acuda al juzgado a concretar su denuncia.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios