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Ganar a las arrugas del tiempo

Aula sin muros por Paco Javier Pérez Montes de Oca ·

Abuelos, aventureros de 70 o más años, con sus mochilas, sus bastones de esquí y sus cascos, que cruzan calles y jardines como si estuvieran atacando el Everest y abuelas en motocicleta que añoran los tiempos de dejarse ver

Lunes, 14 de febrero 2022, 08:04

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No siempre la arruga es bella. El tiempo y la genética se encargan de demostrar que las células envejecen y las hormonas del amor y la reproducción no tienen el ímpetu de los años jóvenes. Pese a estas limitaciones hay quienes se empeñan en reverdecer los tiempos de placer de antaño y despertar la libido que parecía dormida y no muerta. Pero el tiempo no pasa en balde. El escritor italiano Cesare Pavese habla de los caducos ingenuos que se niegan a envejecer que luchan contra lo irremediable destrucción del tiempo. Ya Plauto escribía en su obra de teatro Asinaria sobre viejos libidinosos: «mira que ponerse de copero con el hijo y repartirse con él la amiga, el viejo ese decrépito que se dedica a corretear por locales de mala fama». Un poeta del siglo VI, escribió: «aún vestida de arrugas, querida Filina, eres más hermosa que las jóvenes. No me atrae la juventud, tu otoño brilla más que una mortal primavera y tu invierno es más cálido que el sol de verano». Y sobre el sexo escribe Stefan Zweig que el poeta Goethe rejuvenecía al ver o escuchar a una joven mujer: «el poeta de 74 años revolotea como un muchacho. En cuanto escucha la risueña voz por el paseo, abandona el trabajo y, también corteja como un joven, como un hombre. Empieza el grotesco espectáculo, en el que lo trágico raya con facilidad en la sátira». Erotismo presente o revivido y vórtice de emociones placenteras de todos y todas las que son capaces de amar con los cinco sentidos. Pero ojo con el calificativo de «viejo verde» (viejos sátiros, desgastados por el libertinaje, que escribió Rousseau), para todo aquel que muestra el deseo de enamorarse, aunque sea en el «otoño de la vida». Miradas torvas, de lascivia, se dan tanto en venerables patriarcas del Antiguo Testamento, como en jóvenes y adultos, desterrado ya el piropo sano e inteligente porque es machismo. Se ha llegado hasta hablar del «olor a viejo». El psico-neurólogo sueco Johan Lundström lo atribuye a que cierto que la gente mayor puede exudar un especial olor, pero tampoco es menos cierto que pesa sobre ellos el estigma social. Da pie al edadismo que los gerontólogos y psicólogos sociales definen como una actitud negativa hacia la vejez. Jorge Luis Borges recuerda que a la gente le repugna ver a un anciano, un enfermo o un muerto, y sin embargo está sometida a la muerte, a las enfermedades y a la vejez.

Más recientemente el filósofo francés Pascal Bruckner habla de que, antes, la gente vivía la vida de sus antepasados y se respetaba el paso de las generaciones y escribe: «ahora los progenitores quieren vivir la vida de sus descendientes. Jovencitos de 40 años, cincuentones con aspecto adolescente, sexagenarios, aventureros de 70 o más, con sus mochilas, sus bastones de esquí y sus cascos, aficionados a la marcha nórdica que cruzan la calle o los jardines públicos como si estuvieran atacando el Everest o el Kalahari, abuelas en escúter, abuelos en patines o en monociclos eléctricos». El dicho popular de «a la vejez viruela» que, para gente de edad, representa un retorno al pasado de aquellos que intentan revivir los impulsos del dios Cupido. De esta manera los que frisan los 60 años quieren conquistar a mujeres de 30 y los de más 70 a las que no sobrepasen lo 50. Aunque, a veces, se pueda relacionar con la corriente médica y sociológica de «envejecimiento activo». Loable, saludable, anhelo pero que también significa aceptar limitaciones de la edad y jugar el rol de cada etapa de la vida. Por cierto, debido a la mayor esperanza de vida y los avances de la medicina nos podemos encontrar a un hombre de 75 años, con un nivel de salud aceptable, que tenga un hijo cuando uno de los hijos o hijas le da un nieto y el tío o la tía será 20 o 30 años más chico que su sobrino o sobrina. Pueden que convivan cuatro generaciones al mismo tiempo, hoy es bastante normal que coincidan tres.

Contra las arrugas del tiempo se posiciona la ciencia psicológica que corrobora el aumento de una clase de inteligencia, la cristalizada, que aumenta con la edad y coadyuva a que ciertas neuronas no solo disminuyan, sino que aumentan en virtud de las conexiones llamadas sinapsis. En inglés existe la palabra 'late bloomers', personas que florecen tarde. Se da el caso de hombres que escribieron su primera novela a los 96 años, El abogado británico, Brian Lowe, retirado de sus obligaciones en la Armada, no le impidieron continuar su formación en Bellas Artes. A los 85 años volvió a la Universidad y a los 102 años fue el estudiante más longevo que logró un master en la prestigiosa Universidad de Cambridge. Picasso pintó sus mejores después de los 80 años. Y así otros muchos y muchas que destacaron en diferentes artes y oficios. El novelista George Sand decía que «nunca es tarde para ser lo que podrías haber sido». Y es que el miedo a envejecer comienza con un hecho incontestable probado por la ciencia: entre los 21-23 años se pierden, a un ritmo lento, capacidades como la percepción y la memoria. Como consecuencia y fruto del elogio público, mediático, a todo símbolo relacionado con ser y sentirse joven, existe otra forma de ganar a las arrugas del tiempo. Consiste en que jóvenes y adolescentes, casi niñas que antaño todavía jugaban con muñecas, no aceptan su imagen y se someten a intervenciones quirúrgicas estéticas para aumentar el volumen de los pechos o disminuir el del vientre con, a veces, resultados dramáticos para la salud hasta producir la muerte. A jóvenes, adultos y mayores no les salva de la muerte, hoy por hoy, ni el transhumanismo biológico, clónico o la inteligencia artificial. Por eso Goethe escribió que «envejecer significa retirarse gradualmente de las apariencias». La solución reside en aceptar de buena gana el paso de las generaciones y ejercer otras capacidades que permanecen intactas: el cultivo de aficiones pasadas, seguir practicando de una u otra forma el oficio o profesión que se tuvo en la vida productiva, fomentar el contacto con los otros, estar dispuesto a dar significado a la existencia y «la imaginación al poder». Significa participar en actividades culturales y sociales y no pasar parte del tiempo libre, despiertos o en suave somnolencia, delante de las pantallas televisivas o a la web. El conocimiento acumulado, la experiencia que debería impulsar a las instituciones a crear foros, encuentros entre generaciones. Escribe el filósofo, citado arriba, siguiendo los consejos de Cicerón y Platón, que «solo los ancianos son capaces de impedir la anarquía en las pasiones, de orientar a los ciudadanos hacia un alto grado de humanidad». Un viejo dicho lo resume todo: «del viejo, el consejo».

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