María y la Virgen del Pino
FranLuis Rodríguez Redondo
Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 6 de junio 2025, 22:52
Estamos viendo en estos días el entusiasmo y devoción de miles de canarios a la Virgen del Pino con motivo de su bajada a Las ... Palmas, desde su santuario en Teror. Esta devoción y culto a María también se produce con otras imágenes de la virgen bien sea la del Carmen, la de los Dolores o la de la Candelaria por mencionar algunas.
Este fervor popular, sobre todo en el pueblo llano, lo realzan y promueven además los distintos medios de comunicación, aparte del clero con su obispo al frente, en las ceremonias y procesiones marianas. Esta devoción a la virgen está muy arraigada en España, más acentuada quizás en las regiones del sur, Andalucía y Canarias.
Y yo me atrevería a afirmar que si por ejemplo se demostrara con pruebas serias y sólidas que la virgen María, la mujer judía, madre de Jesús no es madre de Dios, el pueblo devoto que ahora y siempre la ha venerado seguiría celebrando con el mismo entusiasmo y devoción sus fiestas, porque le es suficiente saber que ella es madre de Dios y punto, ya que así lo ha predicado siempre la Iglesia católica y no le interesa saber nada más al respecto, ni investigar sobre ello.
Pero lo que seguramente no sabe este pueblo devoto de la virgen, bien porque la Iglesia no se lo dice (y ésta tal vez tampoco lo sepa…), es que María la Madre de Dios no es un personaje histórico. No existe hasta la fecha ninguna prueba documental, histórica o arqueológica que lo demuestre. Sólo la mencionan los evangelios, pero ya se ha demostrado rigurosamente que los evangelios no son documentos históricos sino apologéticos, catequísticos o morales.
La figura de María apenas aparece en los textos del Nuevo Testamento que sólo la mencionan como María 18 veces y como madre de Jesús 35. Eso es todo. Ni Pedro ni Pablo la nombran una sola vez en sus escritos. La Iglesia adornó su vida con pasajes del Protoevangelio de Santiago, un texto apócrifo que habla de María, considerado falso por la propia Iglesia.
Muchos estudiosos derivan su nombre del mar, marea, María, porque la vida, según la ciencia, comenzó en el mar, en el agua. De hecho, San Jerónimo en la Vulgata traduce la palabra mares por María. (Génesis 1:10). María es pues sinónimo de vida. Es un arquetipo, un principio universal, que representa la vida.
En la época prehistórica, cuando la humanidad era pequeña, la duración de la vida corta, y la mortalidad infantil grande, la capacidad reproductora de la mujer fue la principal oportunidad de supervivencia para el clan o la estirpe. Así que no es casualidad que las más antiguas estatuillas del paleolítico llegadas hasta nosotros sean en su mayor parte representaciones femeninas, madres primordiales o ídolos de fertilidad, como acepta la mayoría de los investigadores.
Este arquetipo lo simboliza la Biblia en la figura de Eva, del vocablo hebreo Jayáh, vivir, por ser ella la madre de todos los vivientes, (Génesis 3:20). En las culturas matriarcales se equipara también a la tierra con la mujer, pues la vida surge de ambos. En la primera época de la cultura agraria, aparecen por todas partes las divinidades femeninas, en las que se adora el secreto de la fertilidad.
Para adorarla se le erigen templos y la representan de mil formas, en estatuas monumentales, en pequeños ídolos, mayestática, vital, con caderas pronunciadas y vulva sobresaliente, simbolizando la fertilidad, la Vida. Esta Gran Madre fue conocida por la religión sumeria, la más antigua conocida, y la llamaron Inanna.
Los asirios la llamaron Milita, los babilonios Isthar, los fenicios Astarté, los frigios Cibeles, los griegos Gaya, Rhea o Afrodita y también Magna Mater Deorum, la madre de Zeus (Deus, dios).
En el libro de Jeremías en el Antiguo Testamento aparece como la Reina de los Cielos (44:17). Se la puede identificar en Egipto con la virgen Isis Meri, el modelo casi exacto de la María cristiana.
Y no es casual que después de largas luchas dogmáticas, en el concilio de Éfeso del año 431 Isis tuviera que ceder finalmente su título de madre de Dios, que ya llevaba en el antiguo Egipto, a la madre de Jesús, que ocupó su puesto.
La Iglesia católica identifica a la Gran Madre con María, con la particularidad que la convirtió sin base alguna en un personaje histórico, lo que no se atrevió a hacer ninguna cultura antigua con su Gran Madre, porque siempre la vieron sólo como un gran arquetipo universal que simbolizaba la vida.
Y eso es lo que se debería venerar y celebrar, el simbolismo que representa la imagen, no la imagen en sí, ni ninguna imagen, pues según la Biblia está prohibido por el segundo mandamiento del Decálogo. (Éxodo 20: 4-5).
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