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Volveremos a la ciudad y sus perros, las conversaciones en la catedral y los fastos de la fiesta del Chivo. Recuperaremos los artículos dominicales, los ... reportajes de sus viajes y su memoria enciclopédica. Y también recordaremos su generosidad, como aquel día de 2012 en que dedicó casi una hora a conversar con los compañeros de esta casa.
Mario Vargas Llosa falleció este domingo en Lima, en ese Perú que ayudó a hacer internacional gracias a su literatura. Un Perú que quiso gobernar, quizás en uno de los mayores errores de su intensa vida. En aquel momento, jugó a ser el más liberal de los peruanos y admitió a disgusto la realidad derivada de uno de los principios del buen liberal: el derecho de la gente a opinar lo contrario de lo que uno cree que es lo mejor para ellos.
Dicen que murió rodeado de su familia (la de antaño) y que pidió que la despedida fuese en la intimidad. Quizás porque en vida aprendió algo tardíamente la lección del precio que se paga por abrir al mundanal ruido la vida privada, una puerta que después resulta difícil de cerrar.
Más allá de las debilidades, hay que quitarse el sombrero ante la capacidad literaria de Mario Vargas Llosa, que a fin de cuentas es lo que debe importar cuando hablamos de un escritor. Fue parte del llamado 'boom' (ahora bum, según la RAE), pero también mantuvo distancias con ese movimiento. Y para la leyenda quedan su amistad y sus diferencias con Gabriel García Márquez, el otro icono de aquella generación. Compañeros que fueron y enemigos íntimos y públicos que fueron, solo ellos sabían exactamente lo que sucedió entre ambos y los dos tuvieron a bien mantenerlo bajo un manto de silencio. Algo muy de escritores, pues así facilitan que sean otros los que vengan después a novelar lo que pasó, o lo que dicen que sucedió, que no siempre es lo mismo.
Como lector que fui y seré de sus obras, admito que me quedé hace años con la sensación de que estaba estirando un chicle que no daba más de sí. Supongo que después de subir de nuevo al Himalaya literario con 'La fiesta del chivo', cualquier otra entrega podría parecer una obra menor, pero es que fueron demasiados títulos y en todos ellos era fácil quedarse con la miel en los labios. Debe ser que hay creadores incapaces de poner la palabra 'Fin' a su trayectoria pero ese será otro error que debemos disculpar, pues cuando se pone todo en la balanza, es evidente de qué lado cae el platillo:el de la gratitud por los buenos momentos vividos con sus letras. Los buenos momentos leídos.
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