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Un código claro debe fijar qué puede hacer la pareja presidencial. En el banquillo. No es una imagen edificante ver a la esposa del ... presidente del Gobierno de un país sentada en el banquillo de los investigados judicialmente. Es verdad que tiene un lado positivo: confirma que el sistema de separación de poderes funciona y que nadie es ajeno a la lupa judicial a partir de la denuncia de un particular, por muy singular que pueda parecer el denunciante. Veremos qué determina la Justicia y hasta entonces debe funcionar la presunción de inocencia. Y ese veremos parece que será largo porque cada día va apareciendo algún elemento nuevo que se suma -o lo intentan las partes- a la causa, como sucede ahora con la variante de todo lo relacionado con la Universidad Complutense de Madrid y el trato dispensado a Begoña Gómez. Esta semana, desde el PNV ya le dijeron a Pedro Sánchez que, más allá de las consideraciones judiciales, hay otras de índole ético que quizás debieron tenerse en cuenta. Y como la ética es algo muy personal y sujeta a variaciones, nada mejor que un código claro que fije qué puede hacer la pareja presidencial y qué no debe hacer. Eso debería estar incluido en el plan de regeneración democrática de Sánchez... pero se le olvidó meterlo. Es lo que pasa cuando se es juez y parte.
Convención republicana. No había pronósticos que cumplir: Trump era candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos desde antes de comenzar la convención de su partido. Es como si Trump hubiese comprado todo el partido, pues hasta sus detractores han abrazado ahora la fe 'trumpista' y lo ensalzan como el único que puede obrar el milagro de devolver la grandeza a Estados Unidos. En el otro bando, los demócratas cuentan las horas para el anuncio de la retirada de Biden de la carrera presidencial. Dicen que el hombre se resiste pero que ya se da cuenta de que, de continuar, apenas habrá dinero para sostener la campaña, cosa que en Estados Unidos es clave. Las últimas apuestas señalan que será este fin de semana cuando llegue el anuncio de ese paso a un costado.
La dependencia tecnológica. Un fallo informático en Microsoft trastocó ayer la operativa de miles de instituciones públicas, empresas y particulares en todo el planeta, con un coste milmillonario. Es el ejemplo perfecto del elevado precio que se paga por una dependencia tecnológica que en muchas ocasiones acaba convirtiéndose en monopolio. Los organismos reguladores de la competencia deberían tomar nota para evitar situaciones así pero es evidente que se trata de una lucha desigual, entre gigantes transnacionales con capacidad de soportar multas que luego son rebajadas sensiblemente, y unos estados que han entendido mal el concepto de la libertad de mercado.
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