Tres apuntes para cerrar la semana
El anacronismo del G7. Hay rituales que están llamados a extinguirse, sobre todo porque acaban provocando una reacción de rechazo en la ciudadanía. Es el ... caso de la puesta en escena del G7, el grupo de los teóricos países más poderosos del planeta. Digo lo de teóricos porque en esos fastos no están rusos ni chinos, como tampoco están algunas corporaciones cuyos presupuestos superan a los de muchos estados y cuyas decisiones condicionan la vida de medio planeta (las empresas tecnológicas punteras, por ejemplo). Cada cónclave es utilizado por el país anfitrión para promocionarse como destino de lujo. Esta vez le ha tocado en suertes a Italia y para ello se ha elegido un hotel de gran lujo en un entorno casi de paraíso, con Meloni como maestra de ceremonias. Pero más allá del anacronismo con que nos regala el G7 en estas cumbres, está la sensación de que sus líderes son felices manteniendo situaciones que merecen un puñetazo en la mesa y soluciones urgentes. Si de verdad son los más poderosos, ya están tardando en activar soluciones para los conflictos bélicos en Ucrania y Gaza, que se han enquistado y van camino de convertirse en dos guerras que se cronifican y en las que solo hay un bando vencedor:los que suministran armamento. Sigo pensando que habría sido más efectiva la reunión en el Dombás o en Rafah: eso sí habría detenido los bombardeos, aunque fuese temporalmente.
Sombras electorales. El Partido Laborista ha presentado esta semana su programa electoral para los comicios adelantados por el conservador Sunak en el Reino Unido. Dicen las encuestas que los laboristas parten con clara ventaja, pero hay que tener en cuenta que la demoscopia anda con el tiro errado últimamente y que el sistema electoral británico, que es mayoritario, hace que pueda haber sorpresas por un puñado de votos. En todo caso, el programa de los laboristas presenta muchas sombras. Digamos que promete mucho pero no explica cómo, especialmente en materia tributaria. Y ese déficit empieza a ser generalizado entre los partidos. Después nos quejamos de que la gente desconfía cada vez más de los partidos... pues ahí está uno de los motivos.
Lo ha vuelto a hacer la BBC. Sin hacer ruido mediático, va volando series que parecen simples pero que funcionan como relojes de precisión. Es el caso de la segunda temporada de 'Blue Lights', que no inventa nada pero que quizás, por eso mismo, engancha.
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