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Cinco días de reflexión se supone que dan para mucho, pero se ve que no lo suficiente para asumir que los tiempos han cambiado y ... no se puede predicar una cosa y repartir otra. Así, es indefendible prometer transparencia y cercanía y mostrarse opaco y distante.
Como tampoco se puede librar la batalla contra la desinformación instalándose en la 'no información' o entrando a calificar -en realidad, a descalificar- las preguntas que hacen los periodistas. No los pseudoperiodistas, que los hay, ni los medios fabricantes de bulos, sino los profesionales serios y los medios acreditados.
Todo eso se pudo ver este miércoles en la comparecencia en rueda de prensa del presidente Pedro Sánchez, en la que hizo balance de gestión antes de marcharse de vacaciones. No solo no hubo autocrítica ni propósito de enmienda, aunque fuera leve, es que solo vio la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Y le sobró nuevamente ese tonillo casi de perdonavidas, entrando incluso a tildar de «valorativas» algunas preguntas y mostrando su asombro por el hecho de que se le preguntase lo mismo más de una vez: si hubiese contestado en algún momento a lo que se le interpelaba, pues se habría ahorrado el trago.
Tampoco puso luz el presidente sobre la querella contra el juez que investiga a su esposa. Se escudó en que era una decisión de la Abogacía del Estado, como si él pasara por allí por casualidad y no estuviera al tanto de un hecho tan relevante como que el jefe del Ejecutivo atribuye a un juez un presunto delito tan grave como la prevaricación.
Solo en una cuestión habló claro: vamos camino de una federalización de facto y le da igual lo que diga Emiliano García Page. En el marco de lo primero se circunscribe el acuerdo con ERC y esa financiación a la carta para Cataluña que rechazan ya la mayoría de autonomías e incluso algunos aliados parlamentarios del PSOE. Y en cuanto a su compañero de partido y barón territorial, se ve que se le ha olvidado pronto a Sánchez la intervención de Page ante el Comité Federal de los socialistas en aquellos cinco días de reflexión. El líder de los socialistas de Castilla-La Mancha fue entonces uno de los defensores del presidente del Gobierno y de su esposa, un gesto que, lejos de merecer las gracias y el respeto, es olvidado ante la pátina de un desprecio impropio no tanto entre compañeros de partido como, sobre todo, entre representantes institucionales. Lo digo porque si respeto merece la Presidencia del Gobierno de España, no menos la de una autonomía. De eso va también la anunciada federalización.
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