Del director
La señora del trenClaudia Cardinale dejó su huella en un puñado de películas memorables
Llega un tren; se baja del mismo un montón de gente y entre ellos está una mujer muy bien vestida que se queda esperando a ... alguien que había prometido recogerla. Pero él no aparece. Ella mira el reloj y en su rostro se refleja la preocupación porque sospecha que algo va mal. Tras una breve espera, dos mozos cargan con el equipaje de la dama, que entra en la estación. Se abre la puerta y la cámara, que se había quedado detenida en la ventana, se eleva para enseñarnos la ciudad mientras ella se sube a una carreta y da la dirección a quien la conduce. Segundos después vemos cómo el carruaje y sus dos ocupantes se adentran en Monument Valley, entre Utah y Arizona. Así fue la presentación del personaje de Jill McBain en 'Erase una vez en el Oeste', película también conocida como 'Hasta que llegó su hora'.
Jill era Claudia Cardinale, fallecida este martes a los 87 años y que, más allá de su belleza, estampó su nombre en la cartelera de un puñado de películas que son parte de la historia del cine. El europeo y también el estadounidense.
Fue Sergio Leone, piedra angular del 'spaghetti western' quien la dirigió en 'Hasta que llegó su hora' en un reparto singular, donde Henry Fonda rompía esquemas haciendo de malvado; Charles Bronson llenaba su silencio con una enigmática armónica y Jason Robards era el símbolo de un Oeste que pasaba a mejor gloria. Pero aquella Jill y esa secuencia inicial solo se entienden con la banda sonora de Ennio Morricone, que regaló al personaje de Cardinale una de sus más bellas composiciones.
En el recuerdo queda también el papel de Cardinale como la cuñada de Rocco en la dolorosa historia de aquella familia del sur de Italia que llegaba a Milán en busca de una vida mejor y se tropezaba con las miserias humanas. Y, de nuevo a las órdenes de Visconti, en 'El Gatopardo', donde sus diálogos, el juego de miradas y sus bailes con Alain Delon y Burt Lancaster demostraban la maestría del director italiano.
Años más tarde, ya en el otoño de su carrera, Cardinale se subió al barco de una película que fue una auténtica locura, solo comparable con la historia que relataba. Fue en 'Fitzcarraldo', de Werner Herzog, donde las excentricidades del actor Klaus Kinski casi lo conducen a ser asesinado por unos nativos hartos de sus ataques de ira. Allí, con un traje blanco impoluto, Cardinale era la elegancia en medio del caos.
Ahora que se ha ido, los cinéfilos estamos como ella en la estación: esperando a alguien que no llega. Ysuena Morricone...
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión