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Esta semana murió el actor estadounidense James Earl Jones, uno de esos tipos de presencia imponente, que llamaba la atención en pantalla incluso aunque le tocaba un papel secundario en la trama. Pero un actor que, sobre todo, es recordado por haber puesto la voz a un par de personajes que ya son historia del séptimo arte e incluso más allá: de la cultura de masas.
Jones hizo hablar a Darth Vader en la saga 'La guerra de las galaxias', de manera que le tocó desvelar al joven Luke y a millones de espectadores cariacontecidos que era el padre del jedi rebelde. Y Jones fue también quien puso voz a Mufasa, el rey león de la película del mismo nombre, aquel que le explicaba a su hijo Simba lo que podía verse en las estrellas y que la sabana a sus pies algún día sería suya.
En España fue el actor Constantino Romero quien dobló a James Earl Jones en ambos casos. La profesión de actor de doblaje en nuestro país es muy respetada pero no deja de ser una anomalía en comparación con el resto de naciones. No está de más recordar que hablamos de una herencia del franquismo: fue en 1941 cuando el régimen impuso que toda película extranjera que se fuese a exhibir en España, tendría que venir doblada. Se entendía que con ello se protegía la cultura española y también la industria nativa del cine pero había una segunda razón: ese doblaje permitía una censura adicional, pues daba la oportunidad de cambiar los diálogos. Para la antología de los disparates queda lo que pasó con 'Mogambo', donde unos torpes censores quisieron ocultar un adulterio alterando los diálogos y lo que lograron fue presentar a los amantes como hermanos, de manera que el espectador se iba a la cama preguntándose cómo el franquismo consentía la exhibición de lo que parecía un incesto.
La gloria alcanzada por James Earl Jones como voz del siniestro Darth Vader, la encarnación del lado oscuro de la fuerza y, por extensión de la naturaleza humana, tuvo un lado poco amable en cuanto a la dignidad profesional: el director y productor George Lucas le permitió figurar en los títulos de crédito, mientras que David Browse, que era quien se encontraba bajo la máscara del personaje, fue condenado al silencio y marginado en todos los reconocimientos.
Al margen de sus méritos poniendo su voz, James Earl Jones demostró su valía ante la cámara sobre todo en 'La gran esperanza', dirigida a comienzos de los 70 por Martin Ritt, un alegato contra el racismo que ha soportado muy bien el paso del tiempo (como película y, desgraciadamente, por lo que cuenta).
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