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En La Gomera saben perfectamente lo que se vive y se sufre cuando no hay electricidad. En Tenerife también lo pueden contar. Y en La ... Palma... Las islas, tan débiles en materia energética por décadas y décadas de pasividad institucional, así como por celos entre empresas privadas, asistían este lunes al 'espectáculo' como quien ve una serie audiovisual pero con la sensación de que ese capítulo ya lo habíamos contemplado.
Un cero energético es algo extremadamente grave en pleno siglo XXI. Y si el origen no está en la generación, el problema se agrava, porque cuando el fallo está en una central, acaba siendo relativamente sencillo cubrir ese 'agujero' con el trabajo de otros puntos de 'creación' de energía.
Ahora lo que toca es no precipitar conclusiones, llegar al fondo de lo que pasó y, sobre todo, analizar si se cuenta con recursos para minimizar daños si se repite la situación. Para eso sí que hay activar comisiones de investigación en el poder legislativo, y no tanto para ver cómo se mete el dedo en el ojo del rival político. Porque la energía es un servicio esencial, eso que los economistas llaman sistémico: si no la hay, nada funciona. Y nada es nada: pensemos por un momento no solo en un día sin luz cuando le damos al interruptor, sino sin cajeros de donde sacar efectivo, sin terminales operativos para el pago con tarjeta, con los móviles inoperativos porque se han quedado sin batería o porque no hay red de mensajería que soporte la tensión vivida en cuanto fallaron las luces... A partir de ahí, la cascada de efectos es imparable, como una bola de nieve que no para de agigantarse.
En estos días en que se dice que hay que colocar el gasto militar como una prioridad y que toca buscar recursos hasta debajo de las piedras para cumplir con la OTAN, quizás sea conveniente parar un segundo esa escalada y preguntarnos si no hay otros puntos débiles a atender. Porque para que un país sea seguro, es clave que cuente con servicios públicos como el eléctrico. También hay que aprender de lo sucedido para enseñar a la ciudadanía cómo actuar en unas circunstancias de este calibre. En lugar de hacer el agosto a los que venden kits de supervivencia, hay que llevar a las aulas una clase práctica sobre qué puede hacer cada uno en su esfera más próxima para salir del atolladero y, sobre todo, no contribuir a que el pánico lo complique todo exponencialmente.
De los apagones hay que salir fortalecidos para afrontar con más garantías el siguiente.
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