Los muertos y las pantallas
En las pantallas que nos cuentan lo que pulula en las redes sociales no salen las guerras. Debe ser que eso no mola, que no ... genera 'likes' o, quizás, que el algoritmo fue diseñado para aparcar lo que algunos consideran inconveniente y premiar lo que conviene a otros. Si estuviese viva Hanna Arendt, lo mismo estaría reflexionando sobre la banalidad del mal en tiempos de hiperdigitalización, pero resulta que Arendt ya no está entre nosotros y que la reflexión es algo que va camino de aparecer en los museos dentro de una vitrina o en sesudos libros que casi nadie va a leer porque de eso apenas se hacen 'podcasts'. Claro que si hiciéramos un 'true crime' titulado '¿Quién mató la reflexión?', engañaríamos a más de uno, que se lo bajaría pensando que 'reflexión' es el apodo de una víctima que apareció en una cuneta en el marco de un caso sin resolver.
Para no seguir en plan discursivo: Gaza no está en las redes sociales. Es verdad que sigue en los medios de comunicación pero ya son legión los que pasan esa página o sencillamente no la abren. Es más, también son más lo que prefieren echar el rato moviendo de abajo a arriba el dedo en la pantalla porque saben que ni va a salir Gaza ni nada que les incomode. De hecho, si algo puede ser mínimamente desagradable, ya sale un mensajito que advierte a modo de 'spoiler'.
Lo primero que se hizo en Gaza, como en Ucrania y en toda guerra moderna que se precie, fue disparar contra los reporteros. Ojos que no ven para contarlo a otros, corazones que no se resienten. Esa es la consigna a seguir por todo estratega bélico en este siglo XXI, una pauta que es consecuencia de lo que esos mismos moldeadores de opinión aprendieron en conflictos como Vietnam o los procesos de descolonización en África.
Por suerte para los que todavía tenemos corazón y tripas, siguen llegando algunas imágenes pero si no hay público, es como si nada. Puedes hacer la mejor de las películas, que si nadie pasa por taquilla, es como si no existiera. Y puedes hacer la mayor de las matanzas, que si nadie la contempla, es como si no la hubieses realizado. En esas estamos.
Este Primer Mundo y este Occidente del que tanto presumimos con aires de superioridad algún día tendrá que explicar a las víctimas -a los que sobrevivan, si es que queda alguno- esta lacerante pasividad. Sabíamos lo que estaba pasando y no hicimos nada. Corrijo: sí lo hicimos como sociedad, pero no fue otra cosa que aceptar que en las pantallas no salieran los muertos.
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