Manual para familias reales
Vivimos en un tiempo de transparencia y de bulos
La enfermedad de Kate (Catalina) Middleton ha causado un impacto mundial. Su comparecencia grabada en vídeo y emitida al planeta la pasada semana puso fin ... a un culebrón de especulaciones, rumorología que iba desde un divorcio hasta el deseo de quitarse de enmedio de la vida real.
Al final, el impacto es mayor por lo imprevisto pero quizás porque se nos olvida que por muy coronadas que sean las testas, debajo hay seres humanos. Corrientes y molientes. Sujetos a pillar un resfriado, una tortícolis y también un cáncer. Expuestos, igualmente, a superarlos o quién sabe qué... La condición humana es así y la comparten el rey y sus súbditos, con el añadido de que quienes se incorporan a las familias reales no habiendo nacido en su seno -como es el caso que nos ocupa- no reciben como regalo un escudo antienfermedades.
Aplaudo la decisión de la princesa de Gales al mismo tiempo que cuestiono toda la política de comunicación previa. No se debe hundir una monarquía porque quien está casada con el sucesor del trono anuncie que tiene cáncer. O cualquier otra enfermedad. Lo mismo cabe decir si el afectado es el propio príncipe o incluso el rey, como también sucede. A fin de cuentas, para algo se han establecido las líneas sucesorias en las monarquías, de manera que en teoría la continuidad del sistema está más que garantizada:otra cosa es la idoneidad de los siguientes en la lista...
Lo incuestionable es que vivimos en un tiempo de transparencia y de bulos. Razón de más para abonarse a la primera y así atajar los segundos a las primeras de cambio. Es por eso que la opacidad inicial se volvió en contra de toda la monarquía británica, en especial porque llovía sobre mojado:si Kate puede contar su enfermedad y no se cae el mundo, ¿por qué Carlos III no hizo lo propio?
Si se abonan al silencio, como sucedió en el inicio de la crisis, acaban apareciendo los cuervos que intentan saltarse la confidencialidad de los expedientes médicos para, previo pago, saber qué pasa, qué tratamiento se está aplicando y, ya puestos, especular con las expectativas de vida. Y eso es lo que ya sabemos que pasó en el hospital donde estuvo ingresada.
Tras lo ocurrido en estos días, harían bien las casas reales -incluida la española- en revisar unos protocolos de comunicación que son propios de otro siglo. Si quieren mantenerse en el tiempo y que no se cuestione su existencia, se tienen que adaptar por vía de urgencia. Lo de clavar un anuncio en la puerta de palacio ya no se estila...
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