Interinidad
La figura de los interinos se ha convertido en un quebradero de cabeza para las administraciones públicas. Y también, evidentemente, para quienes lo son:realizan ... el trabajo de los agentes públicos pero no tienen la condición de funcionario. En teoría, la interinidad surgió por una urgente necesidad o un imprevisto, pero la mala gestión pública derivó en la 'eternización' de esa condición, de manera que hay interinos que lo son desde hace años. Así sucedía hasta que empezó a judicializarse el asunto y ahora ya los gobiernos están a ver cómo deshacen el desaguisado, pues los pronunciamientos judiciales -en todos los ámbitos- son concluyentes: hay que atajar la interinidad y hay que convertir en regular lo que es un empleo igualmente regular. O sea, funcionarizar.
Dicho así, suena bien y todos podemos compartirlo. La cosa se ha complicado cuando se ha intentado hacer tabla rasa, porque la casuística es enorme, tampoco es la misma en todas las actividades profesionales y hay un factor añadido a tener en cuenta:la presión de quienes se incorporan al mercado, se presentan a una oposición (cuando se las convoca), las ganan en buena lid y se encuentran con que tienen preferencia otros que estaban antes. Si se escucha a esos, tienen sobrados motivos para enfadarse;si se escucha a los interinos, también. Pero no queda ahí el asunto:vivimos en un Estado descentralizado, pero en el que teóricamente no hay barreras territoriales, de manera que la solución a la ecuación debe tener en cuenta que el mercado laboral está abierto a todos los españoles.
Con todas esas consideraciones, cuando uno ve las reacciones ante lo que ha sucedido en el ámbito docente canario, cuesta entender la hipocresía de algunos agentes que participaron en la confección del proceso de regularización de interinos y ahora despotrican del resultado. Lo digo especialmente por los sindicatos que bendijeron la fórmula y después, a la vista del resultado, tratan de orientar el tiro hacia la administración, como si en la Consejería de Educación hubiera un puñado de desalmados empeñados en aguar la fiesta a los docentes canarios.
Y también habrá que poner el foco en quienes no calibraron el riesgo de apostarlo todo a un destino insular exclusivo, porque el margen de que les saliera mal la jugada se incrementaba exponencialmente. Como, de hecho, sucedió.
Ahora, señalar al que gobierna es lo fácil pero en esto cada uno tiene su cuota de responsabilidad. Y, por cierto, que no se nos olvide que, por encima de todo, está la calidad del servicio que se presta, que no siempre va asociado al lugar de nacimiento.
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión