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El Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana está esperando que la Academia de Cine española deshoje la margarita y anuncie dónde celebrará las próximas ediciones ... de los premios Goya. Como si fuera una puja en plaza pública, varios destinos han hecho llegar sus propuestas, aderezadas con una sustanciosa oferta económica, para acoger un evento que el pasado sábado fue lo más visto en las televisiones y que va más allá de la mera ceremonia de entrega, pues la Academia acompaña ese acontecimiento con una serie de actos en la ciudad de turno, con encuentros con profesionales de la industria, exposiciones y, por supuesto, mucho cine.
Para empezar, sería una excelente noticia para los cinéfilos. El que suscribe se ahorraría el billete de avión y la noche de hotel que tenía previsto pagarse el próximo año para poder contar eso de 'yo viví unos Goya'. O más bien 'yo sobreviví a unos Goya', porque la Academia se empeña en hacer una gala tan innecesariamente larga que es preciso ser un devoto de la causa para mantenerse despierto.
Dicho eso, tendría bastante de contradictorio que la Academia apostase por una isla en la que, como en el resto del archipiélago, los cines han ido desapareciendo. Canarias se ha convertido en un polo de atracción para la industria pero lo que falta es la parte de la exhibición. Y ya no vale decir eso de que esa parte del negocio ha cambiado y ha sido asumida por las grandes compañías que se instalan en los centros comerciales, pues incluso esos espacios han ido menguando, a lo que se añade la evidencia de que su oferta es bastante reducida: si quitamos las películas de superhéroes, los supuestos taquillazos de Hollywood y el cine para el público infantil, nos quedamos con muy poco. Solo hay que preguntarse cuántas de las películas que este año competían por uno o más premios Goya se pudieron ver en salas en Gran Canaria más allá de un fin de semana. Si ponemos el foco en los documentales y en los cortos, entonces estamos ante una invitación a la autolisis cinematográfico.
Ojalá parte de esa inversión pública por acoger un evento de la industria del cine se destinase a mantener viva la exhibición. Sobre todo ahora que, superada la pandemia, parece que el público retorna a las salas. Este año triunfaron 'El 47' y 'La infiltrada', que se han colocado entre las películas más vistas por el público en España, pero para que esto último sea así, es preciso contar con salas. Sin renunciar, por supuesto, a otros formatos y soportes.
Lo dicho: ojalá vengan los Goya pero ojalá haya cines para ver las películas.
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