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Me fui a la cama leyendo un capítulo más de la novela 'Cónclave' de Robert Harris y me levanto con la noticia de la muerte ... del Papa Francisco. Para que luego digan que las casualidades no existen...
Francisco se va tras doce años de papado en los que quizás el balance sea el de la sensación de que se esperaba mucho más de lo que luego vimos. Seguramente sus detractores pensarán lo contrario, pero si repasamos las expectativas de entonces y lo que vino después, la impresión general es la de mucho por hacer.
No hay más que repasar las hemerotecas del día de su designación y los siguientes. Iba a ser un pontífice revolucionario, que marcaría un antes y un después, el hombre que abriría puertas y ventanas de la Iglesia católica, que sería especialmente contundente contra la pederastia y en defensa de los homosexuales y que también concedería un mayor protagonismo a las mujeres en la vida eclesiástica...
Sobre lo que no hay discusión es su renovación al menos en las formas. A Francisco lo escuchamos y lo vimos mucho más que a Benedicto XVI, como también lo oímos opinar sobre cuestiones de actualidad. Y en ese sentido fue especialmente notable su compromiso en el asunto migratorio. Se mojó en esa cuestión cuando miles de migrantes llegaron a las costas de Italia y Grecia, bajó a pie de muelle para estar con ellos y con quienes los atendían, y años después tuvo presente en sus palabras a los migrantes que arribaban -y lo siguen haciendo- a las costas canarias. La salud y ahora su muerte hicieron imposible el viaje varias veces anunciado al archipiélago, un desplazamiento que seguramente habría podido influir para que quienes llevan meses siendo insolidarios con Canarias quedasen todavía más en evidencia. En todo caso, hay que agradecerle ese compromiso con las islas y ojalá quien le suceda en Roma tenga a bien cumplir la promesa de Francisco.
Como siempre que alguien fallece, vendrán las loas y sonarán las fanfarrias. Eso que igual no era del agrado de Francisco pero, después de todo, no hay que olvidar que ha fallecido un jefe de Estado, con la singularidad de que se trata de un país pequeñito en la geográfico pero con dimensión planetaria. Llegan, por tanto, días de ceremonial, entierro y ese cónclave que concitará las miradas de todo el mundo. Nos encontraremos con sesudos análisis sobre las posibles mayorías del colegio cardenalicio, los favoritos y los candidatos sorpresa... pero mientras llega eso, toca despedir a un Papa. Pero, sobre todo, a la persona.
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