Falseando el historial
La carrera política de Noelia Núñez prometía ser fulgurante y acabó por la vía rápida cuando alguien se puso a hurgar en la veracidad de ... su currículo, con el añadido de que la ínclita dejó abundantes pistas de que algo no cuadraba:en cada página oficial o del partido donde aparecía su historial, los honores académicos presentaban notables diferencias.
Ya sabemos cómo terminó el asunto: fue llamada a consultas en la sede nacional del Partido Popular, en cuya dirección había sido incrustada, y la convencieron para dimitir de todos los cargos y ofrecer su cabeza como prueba de que en el PP sí son exigentes con los que no cuentan la verdad. Ahora habrá que ser pacientes y comprobar si Noelia Núñez aparece a corto o medio plazo recolocada aquí o allá, que es lo que apuntan las malas lenguas.
Tras ese episodio, se han sucedido otros de ministros, diputados y altos cargos varios que supuestamente han ido retocando sus currículos porque también había cosas que no cuadraban. El más notorio hasta la fecha ha sido el del comisionado de la dana, obligado también a inmolarse ante el cúmulo de pruebas de que había contado lo que no fue, esto es, que era autor de una milonga en su historial académico.
Da la sensación de que estamos ante una epidemia de falsedades pero, sobre todo, queda la impresión de que se ha extendido la tesis de que para medrar en la vida pública es preciso contar con un historial lleno de licenciaturas y cursos complementarios (si es uno o dos máster, mejor, y a ser posible por universidades que no sean españolas).
Esto, a su vez, conecta con ese discurso recurrente que mira al Congreso y dice que cualquier tiempo pasado fue mejor, que en la Transición aquello estaba lleno de licenciados de verdad, sobre todo abogados, economistas e ingenieros que daban calidad a la vida parlamentaria y a la gestión pública en general. Pero si aceptamos este argumentario, estaremos buscando una foto legislativa que no se asemeja a la sociedad. Y yo estoy entre los que cree que la asamblea en la que está depositada (y representada) la soberanía debe parecerse bastante a la ciudadanía que la eligen. Con sus luces y, por supuesto, con sus sombras.
Es precisamente ese empeño en encajar con el esquema de la 'titulitis' lo que está llevando a falsear los historias académicos y profesionales. Huyamos de los congresos y los senados aparentemente ilustrados porque no son garantía cierta de más calidad democrática. Persigamos la falsedad, por supuesto, pero no caigamos en la hipocresía.
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