No es equidistancia
Solo habrá un vencedor claro: el odio
El ataque de Hamás y la reacción de Israel me ha pillado viendo estos días en Movistar una serie documental de la BBC con testimonios ... de todos los bandos participantes en la guerra que durante décadas se libró en Irlanda del Norte. Las comparaciones son odiosas, los conflictos no son iguales y los protagonistas, tampoco, pero creo que hay algunas lecciones que sí que valen para ambos casos. Y para otros similares.
Una de las conclusiones de la serie es que, a pesar de que ha llovido desde que a finales del siglo XX se alcanzó un acuerdo de paz, el IRA se diluyó como organización y el Ejército británico dejó de patrullar las calles en las zonas más conflictivas, las heridas siguen abiertas. Y continuarán supurando durante años. Entre los protestantes hay muertes que no se van a perdonar ni mañana ni pasado, como también entre los católicos hay actos criminales que no tendrán disculpa durante mucho tiempo. Y todo ello a pesar de que también ha habido su particular ley de amnistía para muchos de los participantes, así como algo tan poco común como que el primer ministro británico se disculpara en el Parlamento por los excesos cometidos por quienes fueron destinados a Irlanda del Norte a poner orden.
Ahora la guerra desatada en Oriente hace que en España algunos hablen de que no hay espacio para la equidistancia, de manera que hay que estar con Israel o hay que estar con Hamás. Y creo que ese discurso maniqueo solo sirve para alimentar extramuros ese conflicto, cometiendo los mismos errores que también creo que ahora se pone en práctica en Gaza y en el propio Israel.
Me explico: no es equidistancia señalar que el ataque de milicianos de Hamás y el lanzamiento indiscriminado de cohetes fue un acto de terrorismo salvaje. Como también lo es llevarse a civiles y militares y convertirlos en una especie de escudos humanos. De la misma forma que la reacción de Israel, siendo como es una democracia que presume de respetar los derechos y la legalidad internacional, no puede convertir en objetivo de su venganza a culpables e inocentes a partes iguales. Con ello, unos y otros solo seguirán poniendo sal en las heridas, retroalimentarán los odios y harán que hagan falta todavía más generaciones para que la convivencia se pueda abrir camino en esa parte del planeta. Porque seamos sinceros: ¿quién va a ganar esta guerra? Solo habrá un vencedor claro: el odio. Y ese se expande con increíble velocidad en los dos bandos.
Miremos a Irlanda del Norte, pero hagámoslo para aprender algo.
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