Secciones
Servicios
Destacamos
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo se llevaron el fin de semana a sus respectivos equipos a sendos retiros en Toledo. El primero eligió la ... finca de Quintos de Mora, mientras que el segundo optó por un hotel discreto. Entre ambos lugares apenas había cien kilómetros de distancia, pero muchos más de diferencia ideológica. O quizás no tanto, pero sí que había un océano de separación en cuanto a ganas de sentarse y articular consensos, eso que antes se llamaba sentido de Estado y que, por lo que se ve, se ha ido por el sumidero de la polarización.
Esta práctica de los ejercicios espirituales de los líderes políticos con los suyos resulta bastante curiosa. Parte del principio de que un breve retiro en el campo tuviese un efecto balsámico sobre los acompañantes, de manera que, por arte de magia, pasarían a ser gentiles hombres y mujeres, se entenderían a la perfección, apostarían por el trabajo conjunto y pondrían lo mejor de sí mismos para cumplir con la tarea que marca el líder. Porque, eso sí, son encuentros que tienen bastante de mesiánicos, un poco como la última cena de Jesús, con el señor que todo lo sabe en el centro y el resto a su lado intentando alcanzar algo de la grandeza del líder supremo.
Sucede que en ambos casos han sido reuniones con ausencias que pesaron tanto o más que las presencias. Para que lo de Quintos de Mora hubiese sido perfecto, Sánchez tenía que haber invitado a Carles Puigdemont, aunque fuese de tapadillo. Si la gobernabilidad pasa por sus manos, como se vio la pasada semana en el pleno celebrado en las instalaciones del Senado, lo suyo habría sido sentarlo allí para que detallase cuántas cosas más va a pedir a cambio de los siete votos de sus compañeros en el Congreso.
De la misma forma que el cónclave del PP habría resultado más redondo con Isabel Díaz Ayuso a la diestra del propio líder nacional del PP. O quizás enfrente, que es donde parece que está. Porque da la sensación de que la oposición que está realizando el PP está guiada por el principio de no parecer que se está por debajo del umbral que marca la dirigente madrileña. A los hombres y mujeres que rodean a Feijóo les persigue, cual fantasma, la sombra de Díaz Ayuso, que ya demostró con Pablo Casado cómo se las gasta.
Han sido, por tanto, dos ejercicios espirituales incompletos. Cargados cada uno de buenas intenciones pero con cierto sabor amargo. Con lo que fácil y lo enriquecedor que habría sido que cada grupo hubiese hecho 50 kilómetros para encontrarse con el otro y abrir un tiempo de diálogo. Porque discrepar y ser razonables no son conductas necesariamente antagónicas.
¿Ya estás registrado/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.