Discurso real
El rey hizo una defensa de la Constitución y sus valores
Con los discursos navideños del rey -ya sea con Felipe VI o con los de su padre- sucede algo similar a lo que pasa con ... los que dicen que saben leer los posos del café: no hay dos personas que lleguen a la misma conclusión. Donde unos ven acierto, otros un error; donde unos intuyen un mensaje hacia a la derecha, otros interpretan que es a la izquierda.
Y el de este año no iba a ser menos. La misma noche del 24 llegaron a través de las redes sociales las reacciones y también la sensación de que estaban escritas incluso antes de que apareciera en pantalla Felipe VI. Porque se parecen bastante a las de ediciones anteriores. Evidentemente, todo sin sorpresas: Sumar y los independentistas afirmando que el discurso es propio de otra época, y el PP y Vox entendiendo que el monarca había incidido en lo que son sus ejes argumentales a la hora de hacer oposición. Felipe VI acaba así convertido, un año más, en una especie de pim pam pum colectivo, donde los golpes de unos se sobreponen ante los elogios de otros, y donde esos mismos aplausos retroalimentan a los que desean lanzar más golpes.
Si no atenemos al contenido estricto, el rey hizo una defensa de la Constitución y sus valores. Al escucharlo en directo, pensé que evitaba meterse en otros jardines (el conflicto de Gaza y la inflación, por ejemplo) y tiraba por la vía más fácil. Pero defender la valía de la Constitución cuando el Gobierno de España se sostiene sobre partidos que creen que hay que cambiarla en profundidad no deja de ser una opción arriesgada. Más aún cuando la puesta en escena incluye la foto de la princesa Leonor jurando la Constitución, ese texto que sigue llamando «disminuidos» a las personas con capacidades diferentes y que, para más inri, todavía abre la puerta a que, si llegase por sorpresa un hermanito real, ella dejaría de ser la primera en la línea de sucesión.
Con todo ello, el discurso de Nochebuena vale principalmente para que el día 25 estemos entretenidos entre los partidos y los medios de comunicación hablando de lo que dijo el monarca, del color de la corbata, las rayas de la camisa, los cambios de cámara, de qué iban los dos libros que se veían sobre una mesa y si la duración fue excesiva o muy escasa. Y menos mal para el monarca que en España no hay tradición navideña de un discurso del presidente del Gobierno central a modo de cierre del año, porque entonces las comparaciones sí que resultarán odiosas y políticamente arriesgadas para Felipe VI.
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