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El discursoPor muy acertado que fuera el discurso de Felipe VI en la Nochebuena, no parece que sus palabras vayan a traducirse en un giro radical ... en las estrategias políticas. No hay más que recordar las primeras valoraciones este miércoles de los partidos con presencia en las Cortes: a los aliados de Pedro Sánchez no les agradó lo dicho por el monarca, mientras que la oposición interpretó el discurso como una crítica al Gobierno y, por tanto, un aplauso a sus actuaciones. Con esos mimbres no parece que se pueda confeccionar el cesto de consenso al que apelaba el monarca, de manera que su discurso está condenado a ser estéril.
Sí es evidente que la Casa Real ha decidido actualizar sus particulares estrategias y ha encontrado en el contexto de polarización política una oportunidad excepcional para recordar la utilidad de la monarquía. Todo ello ha venido de la mano de cambios notables en los mandos de la Casa Real, con la entrada de savia nueva, una creciente profesionalización y también un protagonismo femenino que era necesario en ese contexto tan dado a lo contrario.
Probablemente el episodio de la visita a la Comunidad Valenciana tras la riada haya podido marcar un antes y un después. Allí los monarcas comprobaron que, cuando hay enfado mayúsculo, la corona no actúa como un paraguas. El barro que les llovió fue el fruto del descontento y este sentimiento no distingue clases ni bolsillos. Y en ese trance, el acierto de Felipe VI y doña Letizia de quedarse y aguantar el chaparrón seguramente será estudiado por los asesores de las casas reales y las familias que las conforman mientras dure esa forma de articular un Estado. Se ganaron ese día el sueldo. Después han intentado repetir el éxito con una segunda visita a Valencia, concretamente a Paiporta, pero todo habría sido redondo si lo hubiesen hecho de la mano del Ayuntamiento, que tiene algo de razón en su descontento.
Con esos precedentes, el discurso de Nochebuena trató de conectar más que en otras ocasiones con la ciudadanía y no tanto con los ministerios, los gobiernos regionales o las sedes de los partidos. Es loable el empeño, aunque ya estamos viendo que las formaciones políticas no parece dispuestas a ceder un milímetro en sus respectivas posiciones.
Ahora solo queda que la Casa Real encuentre una solución a una asignatura pendiente: el 'exilio dorado' de don Juan Carlos. O se institucionaliza que no volverá en vía a España o se acelera el retorno, pero la situación actual no tiene defensa.
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