Sin dar la cara

El argumentario oficial explica que en este tipo de encuentros entre el presidente del Gobierno de España y el jefe de un Ejecutivo autonómico, nunca comparece el primero a dar su versión de lo hablado. Manda para ello a un ministro. Pero una cosa es una cosa y dos son dos...

No es comparable que Sánchez coja el Falcon y se vaya a ver al presidente catalán o que haga lo propio con el vasco, que son los precedentes más próximos en el tiempo, con el hecho de que elija una de las islas para sus vacaciones de verano, pase aquí una decena de días en los que solo se deja ver para pasear por un mercadillo con un compañero de filas y todo ello en el territorio que lleva semanas sufriendo los efectos de la derrota parlamentaria de una iniciativa legislativa que apadrinó precisamente el Gobierno de España. En un asunto que, para más inri, afecta a una competencia estatal y que tiene una dimensión relevante en materia de política internacional, pues por eso mismo se irá de viaje en breve por varios países africanos.

Sánchez tenía mucho más que ganar que perder atendiendo a la prensa y exponiéndose a preguntas, por muy incómodas que pudieran parecerle. No creo que ni en el Gobierno catalán ni en el vasco les pareciera una falta de respeto que con ellos no se produjera esa comparecencia, de manera que estamos -y duele decirlo- ante una decisión indefendible. Una ausencia que invita ser poco optimista con la posibilidad de un acuerdo entre el Partido Socialista y el Partido Popular para articular una solución al reparto de menores migrantes no acompañados. Así las cosas, preparémonos para semanas de empantanamiento, con las comunidades peninsulares poniéndose de perfil y Canarias camino de convertirse en un gigantesco campamento de refugiados.

Supongo que dentro de un mes o más, Sánchez pedirá comparecer en el Congreso y allí, en uno de esos plenos en los que se mezclan churras con merinas, nos contará su viaje por África y lo que piensa del asunto. Será, en términos de estrategia política, demasiado tarde y será, sobre todo, la constatación de que no ha entendido que vivimos tiempos que reclaman transparencia y proximidad.