Ahora que no estás
El fin estaba ahí, a un paso, y seguramente tú lo veías más claro que nosotros
Ya está. Ya descansas en paz. 87 años vividos a base de plena dedicación a los tuyos, alegrías, sinsabores -como en toda vida-, encuentros, entradas ... y salidas han acabado. Desde hace un tiempo, estaba claro que el fin estaba ahí, a un paso, y seguramente tú lo veías más claro que todos nosotros. Porque por eso mismo llevabas ya una temporada conversando a ratos con tus hermanas que ya no estaban y con tus padres, hablando de la casa de tu infancia y, por supuesto, teniendo siempre muy presente a Victoriano, tu compañero durante nada menos que seis décadas.
Hace ahora cinco años que él se fue pero para ti seguía siempre al lado. Aquel duro trance de su muerte sacó a relucir, por si quedaba alguna duda, tu fortaleza. Cuando todos temíamos que el impacto emocional del fallecimiento te llevase por la senda acelerada del deterioro, apareció la resistencia «de las Álamo», como dice una de tus sobrinas. Capeaste el temporal con más ánimo que fuerza física y te esforzaste por seguir ejerciendo de abuela, madre, hermana y tía de la familia entera. Ya no estaba Victoriano para que le preparases las comidas que le gustaban, pero eso no fue problema: seguías haciendo guisos para todos, por más que el tiempo nos hubiese ido dispersando. Cada plato y cada olla eran una excusa para lo que más te llenaba: vernos a todos sentados en la mesa, o al menos desfilando por casa para salir con un 'tupper' al domicilio de cada uno.
Ya puestos a hablar de la cocina, cada uno tiene sus preferencias, pero para mi recordatorio gastronómico y sentimental quedarán siempre tus pucheros; el arroz a la cubana; la sopa y la carne mechada el día de la Candelaria; y, por supuesto, los queques, esos que tanto te esforzaste por enseñar para que otros hicieran cuando ya no podías, pero algún secreto del recetario debiste guardar porque nadie ha conseguido igualarlos.
En la hora del adiós, cuando doblan las campanas en Ingenio y ya no estás para preguntar quién murió, el agradecimiento a quienes en estos últimos tiempos echaron una buena mano en tu atención. Y, por supuesto, a Conchita y Juanita, que saben que en la Plaza de la Candelaria, encima de 'la tienda de Victoriano' -como todavía dicen muchos en el pueblo-, tienen su casa.
Ya nos veremos, te decíamos. Y tú contestabas: «Si Dios quiere», a lo que tu nieto siempre replicaba: «Dios siempre quiere». Esta vez quiso otra cosa pero así es la vida: hay que disfrutar de ella el tiempo que se está por aquí y hay que quedarse con el recuerdo de los que se van.
Descansa en paz.
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