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Jordan Díaz llegó a España en avión y aquí se quedó. Si hubiese llegado en patera o cayuco, quizás estaría deambulando de aquí para allá, ... en función de si esta o aquella autonomía tiene o no un Gobierno con ánimo solidario.
La historia de Díaz es la de uno de esos millones de inmigrantes que, según el Banco de España, precisa este país para que haya garantías de sostenibilidad del sistema de pensiones. Pero es además la historia de quienes tienen ciertas facilidades en función de si dan o no un paso que en lo personal y lo familiar no es fácil: renunciar a su país y abrazar otra bandera.
Me explico: Jordan Díaz es cubano y durante muchos años participó de los beneficios (escasos) del modelo de gobierno de su país. Hasta que llegó un día en que optó por renunciar a su nacionalidad y pidió ser español. Lo tuvo fácil, mucho más que otros que llegan en patera o cayuco y que no quieren renunciar a su origen, entre otras cosas porque dejan en suelo africano a familias que necesitan sus ingresos (si los hay). Eso es precisamente lo que mueve a la inmensa mayoría de quienes se juegan la vida subiendo a una frágil embarcación en la ruta migratoria más peligrosa del planeta a día de hoy:no emigran para molestar a los canarios, los albaceteños o los cántabros... quieren vivir con dignidad, como hicieron canarios, albaceteños o cántabros hace décadas, unos yendo hacia América y otros hacia Alemania. «Es que era emigración reglada», dicen muchos. Y siendo indulgente en el sentido que le damos a «reglada», lo que había era países que, como ahora España, tenían una necesidad y fijaban mecanismos más o menos eficaces para garantizar la integración de los que llegaban.
Si, por contra, lo que hacemos es tener a los menores en centros colapsados, de forma que la atención es necesariamente deficitaria, y luego, cuando cumplen 18 años, les abrimos las puertas y les decimos que se busquen la vida, pues lo fácil es que mañana, pasado o el otro, los encontremos malviviendo en unas cuevas en la playa de El Cabrón, en los bajos de Las Alcaravaneras o en cajeros de banco abandonados. Y que también aparezcan protagonizando riñas que pueden acabar de forma trágica, como en Telde.
Pero Jordan Díaz tuvo más suerte. Él abraza la bandera de España y la pasea porque le dimos la oportunidad de hacerlo, porque se le abrieron las puertas con facilidad... pero no porque fuésemos un país benévolo, sino porque necesitábamos a alguien que volase 18 metros y 18 centímetros y se colgase el oro en triple salto en el Europeo de Atletismo.
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