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Directo Rueda de prensa de Sergi Cardona previa al Barça-UD

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Los libros sagrados, que son soporte de las religiones (especialmente de las monoteístas) han sido objeto de innumerables interpretaciones sobre lo que avanzan sobre el futuro algunas de sus intrincadas alegorías, cuando no se lanzan directamente a predecir acciones, actitudes y estados de la Humanidad. También está la literatura intocable, a la que se acude como a un oráculo para explicar la realidad o anticipar el mañana, tales son los casos de la Odisea de Homero, el Quijote de Cervantes y prácticamente todo Shakespeare. Esos libros rebosan frases que suenan como campanadas para aplicar a lo cotidiano, sea individual o colectivo, y con el respaldo de tales sentencias, presentadas en forma de aforismo, máxima, proverbio, adagio, refrán, moraleja o mera cita, se pretende añadir credibilidad a algún argumento que en ese momento se maneja.

De entre los libros sagrados, está La Biblia, que contiene a su vez muchos libros y que es fuente a la que se acude para zanjar un asunto, y en el ámbito de nuestra cultura la palma se la lleva el Quijote, que exige a Cervantes ser un Apolo infalible, cuando no era más que un hombre, muy inteligente y que entraría en esa calificación de genio que nunca me ha gustado; y lo mismo a los demás autores, sean Moisés, el rey David o San Juan de Patmos o sus discípulos, y en esos libros pueden haber participado muchas manos aunque luego figure uno que, quién sabe, ni siquiera escribió una sola línea. El caso es que sean uno, trescientos o tres mil los autores de estos libros, finalmente eran humanos, y sus sentencias y adivinaciones se acreditan en cuestiones tan evanescentes como la fe, y, sobre todo, en la interpretación de los exégetas, y un ejemplo claro es la interpretación de los sueños de Nabucodonosor por el profeta Daniel, cuyos significados y detalles varían según quien lo estudie y en qué época posterior.

Desde hace unos meses, circula por las redes en diversos formatos una prédica de don Quijote, que aparece en la primera parte del libro, capítulo XVIII. Para no ponernos solemnes con el lenguaje de Cervantes, ante las quejas de Sancho por las muchas desventuras que les iban sucediendo, el Caballero de la Triste Figura le viene a decir que después de grandes borrascas viene el tiempo en calma, y ningún bien ni mal dura para siempre. Lo dice Cervantes por boca de don Quijote, y ahora, en las redes sociales, la gente más animosa usa este párrafo del gran libro cervantino tratando de vislumbrar una mejoría en el mundo, acosado ahora por los cuatro jinetes del Libro de las Revelaciones (Apocalipsis) que vendrán en forma de nubes de destrucción: Guerra, Preste, Hambre y Muerte. Ya si entramos en los Siete Sellos y las Siete Trompetas nos pueden dar las uvas, si es que de aquí a diciembre no cambia el calendario. Si Julio César, Mahoma, el papa Gregorio XIII y la Revolución Francesa lo cambiaron (Napoleón lo «descambió»), también podrían hacerlo alguno de estos figurones que hoy dominan el planeta a la patada. A lo mejor se trata de eso, el que gane la guerra pone nombre a los meses y a las estaciones.

Después de una crisis financiera, una pandemia que no sé por dónde va, la crisis económica subsiguiente, la guerra que en principio era en Ucrania y sus consecuencias funcionan como el efecto mariposa, amenazando de más hambrunas en África y me temo que en más lugares, el calentamiento global que no cesa, crisis política y de valores por todas partes, olas de calor e incendios como plagas bíblicas… ¿Le parece a usted, don Quijote, que no son suficientes desventuras para que llegue de una vez esa Era de Acuario tan próspera, pacífica y armoniosa que nos prometían los mensajes esotéricos delos años 70 del siglo pasado? ¿Falta mucho, don Quijote? Ya que le da tantas esperanzas a Sancho, supongo que tendrá algo que argumentar al respecto, a no ser que haya delegado en Pedro Sánchez (etimológicamente, hijo de Sancho).

Rebusco en ese Libro de las Revelaciones, en las metáforas del regreso de Odiseo, en las letras The Rolling Stones y hasta en la Cuartetas de Nostradamus, que cada cual acomoda a toro pasado según le conviene. Y no veo yo manera de apagar tantos fuegos y manejar a tanta gente, por mucho reguetón disuasorio que nos programen. Por ello, tengo que decir que en los libros en que no creo son precisamente esos que se tienen por sagrados y vínculo de unión con la transcendencia. También sé que hace ya dos décadas que no escucho una sola verdad de boca de los dirigentes políticos y económicos y sus voceros mediáticos.

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